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Sheinbaum defiende su postura sobre Perú ante moción non grata

Desde mi experiencia en el análisis de relaciones internacionales, he visto cómo la diplomacia a menudo se convierte en un campo de batalla simbólico. La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha manejado con pragmatismo la reciente moción del Congreso peruano para declararla persona non grata, una situación que recuerda viejas tácticas de presión política que rara vez alcanzan su objetivo real.

Durante su conferencia de prensa matutina en Palacio Nacional este martes, la mandataria mexicana respondió con notable serenidad al voto favorable de la Comisión de Relaciones Exteriores del legislativo peruano. He aprendido que en estos escenarios, la calma es el mejor instrumento diplomático.

Sheinbaum aclaró que su reconocimiento de Pedro Castillo como presidente legítimo de Perú —quien enfrenta procesos judiciales por el intento de golpe de Estado de 2022— no constituye una agresión, sino una postura de principios. “Recibí aquí al abogado Guido Croxatto, representante de Pedro Castillo, quien desde nuestra perspectiva vivió un golpe de Estado, y me solidaricé con él. Eso es lo que hice”, explicó.

En mis años observando la política exterior mexicana, he confirmado que la consistencia es un valor subestimado. La presidenta subrayó que su gobierno mantiene el mismo criterio establecido durante la administración del presidente López Obrador, comparable al caso de Ecuador, donde México rompió relaciones diplomáticas tras la invasión a su embajada.

“Nosotros mantenemos nuestra posición”, afirmó Sheinbaum con una firmeza que solo da la convicción de estar del lado correcto de la historia. La moción, impulsada por el congresista fujimorista Ernesto Bustamante —quien preside la comisión parlamentaria de Relaciones Exteriores—, junto a Patricia Juárez y la derechista María del Carmen Alva, fue aprobada inicialmente con 12 votos a favor y seis en contra. Ahora deberá ser tratada por el pleno del Congreso para su ratificación o archivo definitivo.

He visto muchas de estas mociones a lo largo de los años —más simbólicas que efectivas— que suelen diluirse en el complejo entramado de las relaciones bilaterales. La verdadera diplomacia, como demuestra Sheinbaum, se ejerce manteniendo la coherencia en los principios sin escalar conflictos innecesariamente.

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