Desde mi perspectiva, tras años de observar la compleja danza diplomática entre nuestras naciones, el anuncio de la Presidenta Claudia Sheinbaum sobre el entendimiento en materia de seguridad con Estados Unidos es un dato significativo. He visto cómo estos acuerdos, que suelen fraguarse entre bastidores, son la verdadera columna vertebral de la cooperación bilateral. La mención expresa al narcotráfico por parte de la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, no es un detalle menor; en la práctica, es el reconocimiento tácito de un enemigo común que obliga a una coordinación operativa, más allá de las diferencias políticas.
La experiencia me ha enseñado que cuando un secretario de Estado como Marco Rubio realiza una visita, no se trata de un mero formalismo. Es en esos encuentros donde se afinan los mecanismos de inteligencia y se establecen los protocolos de acción que, después, se traducen en resultados tangibles en las calles. El énfasis de Sheinbaum en el respeto a la soberanía es crucial; es la línea roja que, si se cruza, puede echar por tierra años de construcción de confianza. He sido testigo de cómo un mal manejo en este delicado equilibrio puede paralizar la colaboración por meses.
El camino por delante: Paciencia y realismo en la agenda común
Su explicación sobre la pausa en los próximos encuentros, atribuida a la situación presupuestaria en Washington, revela una lección de realismo político. La teoría dice que los asuntos de Estado son prioritarios, pero la práctica demuestra que la política interna de cada país siempre termina por dictar los tiempos. No es la primera vez que veo cómo un cierre parcial del gobierno federal estadounidense frena la maquinaria diplomática. La paciencia estratégica, en estos casos, es tan importante como la voluntad de negociar.
Finalmente, su optimismo respecto a llegar a un acuerdo en comercio muestra una visión a más largo plazo. La seguridad suele ser la puerta de entrada para destrabar diálogos más amplios y complejos. En mi trayectoria, he aprendido que consolidar la colaboración en un área crea el capital político necesario para avanzar en otras. El entendimiento actual sienta una base prometedora, pero el verdadero reto será transformar esa colaboración puntual en una alianza estratégica integral y duradera.


















