Desde mi experiencia en el análisis de la diplomacia mexicana, he observado que los momentos definitorios suelen llegar en conferencias de prensa matutinas, donde las declaraciones trascienden el protocolo para convertirse en línea directa de la política de Estado. La presidenta Claudia Sheinbaum, en uno de esos momentos, ha delineado con claridad la posición que el canciller Juan Ramón de la Fuente sustentará durante su intervención en los debates de alto nivel de la 80ª Asamblea General de las Naciones Unidas.
Claudia Sheinbaum hizo un reconocimiento a los estados de Palestina e Israel.
He aprendido que en la arena internacional, las posturas deben ser firmes pero construidas sobre principios inquebrantables. Sheinbaum ha sido enfática: México, como nación, exige el cese inmediato de lo que ha calificado como el genocidio en la Franja de Gaza. Esta no es una postura nueva, sino la continuidad de una estrategia diplomática que, bajo la administración del presidente López Obrador, ha acompañado las denuncias presentadas conjuntamente con Chile ante los organismos internacionales. La complejidad de estos conflictos nos enseña que, más allá de las alianzas, debe primar la defensa de la vida humana.
En sus declaraciones desde Palacio Nacional, la mandataria insistió en que la columna vertebral de la política exterior mexicana es la búsqueda de la paz, el principio de no intervención y la autodeterminación de los pueblos, tal como lo establece nuestra Constitución. Es un recordatorio de que la coherencia en estos principios, incluso ante presiones internacionales, es lo que otorga credibilidad a largo plazo. El canciller De la Fuente no llevará solo un discurso, sino la convicción de un país que aboga por una solución basada en la coexistencia de dos Estados: Israel y Palestina.
Un aspecto crucial, que a menudo pasa desapercibido pero que marca un hito histórico, es el reconocimiento diplomático. Sheinbaum destacó con orgullo que fue durante este gobierno cuando se reconoció por primera vez a una embajadora del Estado de Palestina con todos sus derechos, y cuando la propia Presidenta recibió sus cartas credenciales. Estos gestos, en la práctica diplomática que he visto a lo largo de los años, son tan significativos como las declaraciones en una asamblea; son actos concretos que reafirman el compromiso.
UN MENSAJE DE PAZ
- Diplomacia con hechos: “El Canciller lleva un mensaje de paz. Es importante aclarar que la primera vez que reconocemos a un embajador, en este caso embajadora, de Palestina con todos sus derechos, es en nuestro Gobierno.”
- Reconocimiento histórico: “La primera vez que un presidente, en este caso la Presidenta, entrega o reciben las cartas credenciales del Estado palestino y se reconoce como embajadora a quien está hoy fungiendo como embajadora de Palestina es con nuestro Gobierno”, agregó.
La verdadera prueba de una política exterior, sin embargo, no está solo en lo que se dice en Nueva York, sino en la capacidad de mantener la coherencia y trabajar incansablemente por la mediación y el diálogo. Esa es la lección más valiosa que la experiencia nos deja.