Desde mi experiencia en el seguimiento de procesos judiciales de alta sensibilidad, puedo afirmar que las extradiciones son apenas el primer paso en un largo y complejo camino hacia la justicia. La Presidenta Claudia Sheinbaum ha informado sobre una gestión directa con el Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, para solicitar la extradición de dos individuos vinculados al emblemático caso de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
He sido testigo de cómo estas peticiones, aunque cruciales, deben ir acompañadas de una estrategia procesal sólida al interior del país. Sheinbaum destacó la sensibilidad del caso, mencionando que esta gestión ya había sido comentada a los familiares. En mi trayectoria, he aprendido que la comunicación constante con las víctimas es un pilar, pero debe estar respaldada por resultados tangibles para no alimentar la frustración.
El encuentro con Rubio, que formó parte de una agenda broaderia sobre seguridad fronteriza y combate al tráfico de fentanilo, subraya la prioridad que este gobierno dice otorgar al caso. Sin embargo, la verdadera prueba, como he visto una y otra vez, no está en la solicitud, sino en la capacidad de las instituciones mexicanas para sostener acusaciones robustas y lograr condenas una vez que los extraditados lleguen al país.
Esta complejidad se hace evidente ante la reacción de los padres de familia. Tras casi once años de lucha, su decepción es profunda y comprensible. He observado cómo la esperanza choca contra la pared de la burocracia y las investigaciones estancadas. Su señalamiento sobre la falta de integración del equipo de la Fiscalía Especial y la liberación de detenidos por deficiencias procesales, como en el caso de Pedro Segura, es una lección dolorosa que se repite: sin pruebas sólidas y peritajes impecables, cualquier avance se diluye.
La apertura a que el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) retome su participación podría ser un punto de inflexión. En el pasado, su trabajo demostró ser fundamental para destapar líneas de investigación ignoradas. La experiencia me ha enseñado que la independencia y el expertise técnico externo suelen ser el antídoto contra la opacidad y la inercia institucional. El tiempo dirá si esta gestión diplomática se traduce, por fin, en justicia para los 43.