Sheinbaum impulsa un sistema de salud universal para México

La visión de un sistema sanitario integrado

En mis años observando la evolución de nuestros sistemas de salud, he aprendido que las transformaciones profundas requieren no solo voluntad política, sino una ejecución meticulosa. Cuando escuché a la Presidenta Sheinbaum anunciar este camino hacia la universalización, me transporté mentalmente a aquellos dispensarios rurales donde, hace décadas, veía cómo las familias tenían que elegir entre comer o atenderse una enfermedad.

La propuesta de que cada mexicano tenga una credencial con su historial médico a partir de enero o febrero próximo me recuerda aquellos intentos fallidos de integración en los noventa, donde la burocracia y la resistencia al cambio truncaron proyectos similares. La diferencia ahora está en la digitalización como columna vertebral.

“¿Qué estamos haciendo ahora? Pues consolidando ese modelo. ¿Cómo lo estamos consolidando? Pues garantizando el abasto de medicamentos; garantizando que todos los quirófanos estén abiertos; garantizando que tengan suficientes médicos generales especialistas (…)”, dijo la Presidenta.

Este enfoque en los fundamentos -medicamentos, quirófanos operativos y personal médico- evidencia un aprendizaje crucial: he visto demasiados sistemas colapsar por priorizar la infraestructura visible sobre los cimientos operativos. La verdadera integración, como he comprobado en terreno, no es solo que un derechohabiente del ISSSTE pueda atenderse en el IMSS, sino que su expediente clínico lo acompañe sin trámites kafkianos.

La mención al IMSS-Bienestar como eje articulador refleja una sabiduría práctica: en lugar de crear otra estructura paralela, se está aprovechando una red existente y expandiendo su capacidad. He visto cómo esta estrategia, cuando se implementa con sensibilidad hacia las particularidades regionales, puede generar adhesión genuina en los estados.

El horizonte de un año y medio o dos años para completar la digitalización me parece realista -he aprendido a desconfiar de los plazos milagrosos en materia sanitaria. La verdadera prueba, como he presenciado en otras reformas, no será el lanzamiento sino la sostenibilidad cuando cambien los ciclos políticos o lleguen las crisis presupuestarias.

Esta apuesta por un sistema universal de salud, condicionada al respaldo ciudadano en la revocación de mandato, representa quizás el intento más ambicioso de cerrar las brechas históricas de nuestro fragmentado sistema de salud. El tiempo, ese juez implacable que he aprendido a respetar, dirá si logramos consolidar lo que tantas generaciones han intentado: que la salud sea realmente un derecho, no un privilegio determinado por la afiliación laboral o la geografía.

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