Desde mi experiencia en el seguimiento de la política nacional, he aprendido que los primeros discursos de un mandatario en el marco de las fiestas patrias suelen marcar la tonalidad de su gestión. Dos días antes de presidir su primer Grito de Independencia, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo envió un mensaje claro desde San Luis Potosí: la relación con el vecino del norte se manejará con diálogo, pero sin ceder un ápice en soberanía.
He visto administraciones anteriores navegar la compleja relación con Estados Unidos, y Sheinbaum, en su evento de rendición de cuentas “La Transformación Avanza”, reconoció las inherentes “altas y bajas” con el gobierno de Donald Trump. Pero, con una sabiduría que solo da la experiencia gubernamental, subrayó un principio inviolable: “México es un país libre, independiente y soberano, y nunca debe negociarse por ningún motivo la soberanía de nuestro país y del pueblo de México”. Es una lección que, en la práctica, muchos aprenden a fuerza de golpes.
Más allá de la retórica, lo que realmente define una gestión son las acciones concretas. Sheinbaum enumeró los logros nacionales de su administración, como el incremento histórico del salario mínimo y la reducción de la pobreza, pero fue en el terreno de las promesas específicas para San Luis Potosí donde se vio la carne al asador. Anunció un paquete de infraestructura ambicioso: un ferrocarril hacia Nuevo Laredo, la carretera Ciudad Valles-Tampico, y cuarenta mil viviendas del Infonavit. En mi carrera, he comprobado que son estos proyectos de desarrollo los que verdaderamente transforman las regiones.
El evento, sin embargo, no estuvo exento de ese realismo político que siempre acecha. Los abucheos dirigidos al gobernador Ricardo Gallardo, quien proclamó que “México vive su mejor momento”, fueron una anécdota elocuente. La Presidenta, con la perspicacia de quien conoce las tensiones locales, abordó el malestar de frente anunciando el pronto pago de adeudos al magisterio potosino, demostrando que en la gobernanza, más que discursos, se necesitan soluciones.
Finalmente, la mandataria optó por el silencio estratégico ante las preguntas incisivas sobre la captura en Paraguay de Hernán Bermúdez Requena, un presunto líder criminal. He aprendido que, a menudo, en el arte de gobernar, lo que no se dice es tan importante como lo que se pronuncia. Mientras era interpelada, otro grupo aprovechaba el momento para exigir un cambio en la política exterior hacia Israel, recordándonos que la agenda de un presidente siempre es un delicado equilibrio entre múltiples frentes, tanto domésticos como internacionales.