Ante una multitud congregada en la Plaza de la Constitución, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, encabezó un acto masivo para conmemorar los siete años del proyecto político conocido como la Cuarta Transformación. En su discurso, la mandataria hizo un balance de su primer año de gobierno, defendió la relación bilateral con Estados Unidos bajo principios de soberanía y presentó una serie de indicadores económicos para argumentar el éxito del modelo. El evento, según el reporte oficial citado, reunió a aproximadamente seiscientas mil personas, creando un escenario de apoyo masivo que la propia jefa del Ejecutivo utilizó como contrapunto a las críticas y protestas recientes.
La narrativa central del mensaje fue la reivindicación de una soberanía nacional inquebrantable. Sheinbaum dedicó una parte significativa de su intervención a detallar los principios que, según afirmó, ahora rigen la relación con Estados Unidos, particularmente en materia de seguridad. “Respeto a la soberanía y a la integridad territorial, responsabilidad compartida y diferenciada, colaboración sin subordinación”, enumeró, subrayando cada punto como un pilar de una nueva dinámica. Este énfasis no fue casual, sino un posicionamiento estratégico ante la inminente reunión con su homólogo estadounidense, Donald Trump. La presidenta argumentó que es posible mantener una relación comercial sólida y necesaria para la competitividad de ambas economías, pero siempre desde una posición de igualdad. “¡México es un país libre, independiente y soberano! ¡No somos colonia ni protectorado de nadie!”, exclamó, recibiendo una de las ovaciones más sonoras de la tarde.
En el plano económico, el discurso adoptó un tono técnico y de rendición de cuentas. Sheinbaum presentó una batería de datos para respaldar su afirmación de que el modelo económico de la Cuarta Transformación “funciona y da resultados”. Citó la reducción de la pobreza en 13.5 millones de personas entre 2018 y 2024, y situó a México como el segundo país menos desigual del continente americano, atribuyendo estos logros a los Programas para el Bienestar. Desglosó cifras concretas: el salario mínimo, que pasó de 88 pesos diarios en 2018 a 315 a partir de enero de 2026, representando un incremento del 154 por ciento; una Inversión Extranjera Directa récord de más de 40 mil millones de dólares en el tercer trimestre de 2025; una tasa de desempleo del 2.6%; y reservas internacionales en el Banco de México por 250 mil millones de dólares. Este recuento meticuloso buscaba construir una imagen de estabilidad y gestión competente, dirigida tanto a la base social como a los mercados.
Sin embargo, el acto no fue solo una celebración. El discurso también funcionó como una respuesta política a las tensiones internas. Sheinbaum acusó explícitamente la existencia de una “campaña sucia” en contra del movimiento, financiada para comprar bots, generar ataques en redes sociales y tejer alianzas con grupos de interés nacionales y extranjeros. Su mensaje fue un llamado a la unidad y una advertencia contundente a la oposición: “¡No vencerán al pueblo de México, ni a su Presidenta!”. Esta retórica de confrontación se complementó con un guiño a los jóvenes, buscando capitalizar el apoyo de ese sector tras las recientes manifestaciones de la Generación Z que derivaron en incidentes. “Que se oiga bien, fuerte y lejos: ¡Las y los jóvenes están en su gran mayoría con la transformación de la vida pública de México!”, aseguró, intentando reencauzar la narrativa sobre el descontento juvenil.
La presidenta también introdujo un notable mensaje de disciplina interna dirigido a su propio partido, Morena. Mientras agradecía a los legisladores oficialistas por la aprobación de la Ley de Aguas, a los que calificó de “patriotas”, lanzó una crítica directa a aquellos miembros del movimiento que, a su juicio, han roto con el precepto de austeridad. “En nuestro país, donde la mayoría de las y los ciudadanos viven con un salario mínimo… no puede haber justificación moral, ética ni política para que quienes sirven al pueblo vivamos rodeados de lujos o privilegios”, señaló con dureza. Esta advertencia interna revela una preocupación por la percepción pública de la corrupción y el privilegio, temas sensibles que podrían erosionar la base moral del proyecto transformador.
El acto en el Zócalo, por tanto, trascendió la mera conmemoración. Se configuró como un ejercicio de comunicación política multifacético: un balance de gobierno con datos duros, una reafirmación de la soberanía nacional frente a un vecino poderoso, una movilización de las bases para demostrar fuerza social, una respuesta a las críticas y protestas, y una llamada al orden para las filas propias. Sheinbaum tejió estos hilos en una narrativa cohesionada que busca proyectar, ante una plaza llena y ante el país, la imagen de un gobierno que avanza con resultados tangibles, que defiende principios sin ambages y que se mantiene firme frente a lo que describe como ataques coordinados. La culminación del discurso, con un llamado a “avivar aún más la llama de la esperanza” y un “¡Viva la transformación de México!”, selló un evento diseñado para reforzar la legitimidad y el momentum político del proyecto en un momento de complejidad creciente, tanto en la escena doméstica como en la internacional.














