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Sheinbaum reescribe la historia con un Grito feminista y soberano

Esta noche, la presidenta Claudia Sheinbaum no solo conmemoró el 215 aniversario de la Independencia de México; reprogramó el código simbólico de la nación desde el balcón de Palacio Nacional. Su primer Grito fue una declaración de principios, un acto de hackeo cultural que desafió dos siglos de narrativa patriarcal.

A las 22:57 horas, la mandataria emergió, acompañada de su esposo, no como una figura más en una sucesión de gobernantes, sino como la arquitecta de un nuevo ritual. Los aplausos y los gritos de “¡Presidenta!” no eran solo para ella; eran la voz colectiva aprobando una reinvención de la tradición.

El acto más disruptivo: una guardia de honor frente al retrato de Leona Vicario, la “Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria”. Por primera vez, la galería principal de Palacio Nacional, ese panteón de próceres masculinos, acogió la imagen de una mujer. No fue un gesto; fue una corrección histórica en tiempo real, una reintegración de la mitad omitida del alma nacional.

Su proclama fue un manifesto de inclusión radical. Más que enumerar nombres, tejió un nuevo árbol genealógico para México. Al entrelazar a Hidalgo con Josefa Ortiz, a Morelos con Gertrudis Bocanegra y a Ignacio Allende con Manuela Medina ‘La Capitana’, no sumó mujeres a la historia; demostró que la historia siempre fue incompleta sin ellas. Fue un acto de pensamiento lateral, conectando puntos que el relato oficial mantuvo desconectados durante siglos.

La elección de una escolta compuesta exclusivamente por mujeres militares del Heroico Colegio Militar, con la teniente Jennifer Samantha Torres Jiménez entregando la bandera, no fue una cuestión de género; fue una demostración de eficiencia simbólica. Mostró que la protección de la patria, en todos sus frentes, ya no es un monopolio masculino.

Hasta su vestuario fue una declaración de intenciones: un vestido morado con bordado artesanal nahua. Este no fue un simple atuendo, sino un artefacto de comunicación política que fusionó el color del feminismo con la riqueza de las manos indígenas, diseñado y confeccionado por talento mexicano contemporáneo. Fue un guiño al movimiento que la precede y un recordatorio de que la soberanía también es cultural y económica.

¿Qué problema resuelve este enfoque? El de una identidad nacional coja. ¿Qué oportunidad crea? La de construir un futuro donde la libertad, la igualdad y la justicia no sean solo gritos en la noche, sino los pilares de una nación realmente integrada. Sheinbaum no dio el Grito; ejecutó una actualización de software para el sistema operativo de México. A las 23:17 horas, cuando se retiró del balcón, no cerró una ceremonia; abrió un nuevo ciclo donde la democracia se mide por la capacidad de incluir todas las voces que la construyeron.

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