Sheinbaum refuerza la seguridad tras el crimen de un alcalde

Una Herida que se Repite: La Experiencia ante la Violencia Política

He sido testigo de cómo la violencia golpea el corazón de nuestras instituciones. La noticia del asesinato de Carlos Alberto Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, no es un hecho aislado; es un recordatorio sombrío de un patrón que hemos visto desarrollarse a lo largo de los años. Cuando un presidente municipal es atacado, no es solo un hombre el que cae, es la autoridad civil misma la que es ultrajada. Desde mi perspectiva, estos actos buscan sembrar el miedo y desmantelar el orden desde sus cimientos.

La Presidenta Claudia Sheinbaum durante la convocatoria al Gabinete de Seguridad para coordinar la respuesta al crimen.

La respuesta inmediata de la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, condenando el crimen y activando el protocolo de coordinación, es el primer paso indispensable en un camino largo y espinoso. He aprendido que en estas circunstancias, cada minuto cuenta. El establecimiento de contacto con el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla y con el secretario Omar García Harfuch refleja una lección aprendida a fuerza de tragedias pasadas: la colaboración estrecha entre federación y entidades federativas es la única manera de enfrentar una amenaza de esta magnitud.

La convocatoria al Gabinete de Seguridad un domingo subraya la gravedad del asunto. No es una reunión de protocolo; es una sesión de guerra. En mi trayectoria, he visto cómo la teoría de los “mandos territoriales” y la “protección federal” choca con la cruda realidad del terreno. Un despliegue de fuerzas, por más robusto que sea, puede verse superado por la inteligencia y la audacia del crimen organizado. La comunicación constante con el fiscal estatal es crucial, pero el verdadero desafío es traducir esa comunicación en detenciones y sentencias ejemplares.

Cuando Sheinbaum afirma que este hecho lamentable impulsa a “fortalecer” la Estrategia de Seguridad, resuena una verdad que conocemos todos los que hemos trabajado en este ámbito: la seguridad no es un estado que se alcanza, sino un proceso de constante adaptación y refuerzo. El compromiso de “cero impunidad” es la columna vertebral de cualquier política de seguridad creíble. Sin embargo, la práctica me ha enseñado que la impunidad no se vence solo con discursos, sino con sistemas de inteligencia sofisticados, con fiscales valientes y con un poder judicial que opere con celeridad y sin corrupción.

Al final del día, más allá de las declaraciones y las reuniones de gabinete, lo que resta es la capacidad operativa y la voluntad política sostenida. La paz y la seguridad se construyen con hechos concretos, con resultados visibles para la ciudadanía que hoy llora a uno de sus líderes. La experiencia dicta que este es un punto de inflexión; lo que siga definirá no solo el futuro de Michoacán, sino la credibilidad de la estrategia de seguridad de toda la nación.

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