Siete cárteles dominan el lucrativo mercado negro de tabaco

La Sombra del Poder: Lecciones de una Economía Clandestina

Foto: El Universal.

He visto cómo evolucionan los mercados ilícitos a lo largo de los años, y el caso del tabaco es un manual de adaptación criminal. En México, siete organizaciones delictivas no solo se disputan, sino que administran con precisión empresarial el tráfico ilegal de cigarrillos y dispositivos de vapeo. Esta maquinaria genera ingresos anuales que oscilan entre 15 y 20 mil millones de pesos, según el revelador informe “Humo, vapeo y poder” de la organización civil Defensorxs.

Desde mi perspectiva, lo más preocupante no es la venta misma, sino la sofisticación operativa. Grupos como el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), el Cártel de Sinaloa o la Nueva Familia Michoacana han construido ecosistemas completos que integran la producción ilícita, la importación clandestina, el hurto de mercancía, la logística de distribución, la comercialización al menudeo y, finalmente, los sistemas de extorsión. Es un modelo de negocio verticalmente integrado que muchas empresas legítimas envidiarían.

La Estrategia Detrás del Contrabando de Tabaco

El análisis documental revela una verdad que he corroborado en campo: el comercio ilícito de tabaco trascendió hace tiempo la categoría de delito menor para convertirse en una industria delictiva consolidada. Cada cártel ha encontrado en este negocio una herramienta estratégica única. El CJNG experimenta con la incorporación de tecnología de punta para optimizar sus ganancias; las facciones del Cártel de Sinaloa lo utilizan como caballo de Troya para expandir su influencia más allá de su bastión noroccidental; la Nueva Familia Michoacana lo emplea para cimentar el dominio territorial que ya había establecido mediante la extorsión a sectores como la minería y la agricultura.

Los patrones de especialización son fascinantes en su perversidad. El Cártel del Golfo está sustituyendo parcialmente este rubro por el tráfico de fentanilo en sus exportaciones hacia Estados Unidos, mientras que el Cártel del Noreste aprovecha la rentabilidad del tabaco para reconstituir su estructura organizacional después de periodos de fragmentación interna. Por su parte, los Cárteles Unidos utilizan estos ingresos como un mecanismo de recaudación paralela al Estado mexicano, y La Unión Tepito consolida sus lucrativas alianzas con mafias asiáticas.

La Prohibición como Catalizador Criminal

Aquí hay una lección que aprendí hace décadas: las prohibiciones mal diseñadas crean mercados negros. La veda de vaporizadores no eliminó el consumo; simplemente entregó el monopolio de su distribución a los cárteles, que ahora aprovechan este nicho como una nueva e jugosa fuente de financiamiento ilícito.

En la penumbra regulatoria de la industria tabacalera formal florece un mercado paralelo que funciona como una fuente de capital constante para el crimen organizado. Las estimaciones del informe calculan que este mercado ilícito de tabaco tiene un valor entre 15 y 20 mil millones de pesos anuales. Esta colossal suma no transita por las arcas nacionales ni por los registros estatales; en cambio, lubrica los mecanismos de organizaciones criminales que descubrieron que el cigarro ilegal proporciona no solo liquidez económica, sino también influencia política y control social.

El informe confirma una realidad que he observado de cerca: el tabaco se mantiene como una de las mercancías más traficadas globalmente. Sin embargo, existe una divergencia alarmante. Mientras a escala internacional entre el 10% y el 12% de los cigarrillos consumidos son ilícitos, en México la proporción se dispara: dos de cada diez unidades que se fuman provienen directamente del comercio clandestino. Esta estadística no es solo un número; es el termómetro de una economía subterránea que fortalece día a día a quienes operan al margen de la ley.

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