Sinaloa recibe 1600 soldados mientras el cártel recibe dólares

En un acto de sincronización digno de un reloj de arena en un huracán, el gobernador morenista Rubén Rocha anunció con solemnidad revolucionaria el despliegue de mil 600 efectivos para “combatir el crimen” en Sinaloa. La estrategia, diseñada en una reunión entre burócratas con corbatas más caras que las armas de los narcos, promete “fortalecer polígonos prioritarios”, lo que en lenguaje mortal se traduce como: “vamos a pintar de verde olivo las calles donde ayer hubo balaceras”.

El timing, como siempre, es impecable: justo cuando el Departamento del Tesoro de EE.UU. destapó una red de 10 empresas fantasma en Mazatlán (dedicadas al noble arte de blanquear dinero para “Los Chapitos”), y mientras Culiacán sonaba a tráiler de John Wick con tiroteos nocturnos. ¿Casualidad? En México, la seguridad es como un paraguas que solo se abre cuando ya estás empapado.

Rocha, en un arrebato de gratitud digna de telenovela, agradeció a la “presidenta” Sheinbaum (sí, esa que gobierna desde la CDMX pero parece omnipresente como el chisme) por su “respaldo”. Mientras tanto, las estadísticas bailan macabramente: 521 asesinatos en cuatro meses, un 232% más que el año pasado. Los números no mienten, pero los discursos oficiales sí: cada cadáver es un “caso aislado”, cada balacera un “operativo exitoso”.

Y así, entre Fuerzas Armadas patrullando y cárteles facturando en dólares, Sinaloa se consolida como el Disneylandia de la contradicción: donde los únicos que pierden son los civiles, los únicos que ganan son los balazos, y los únicos que creen en las estrategias gubernamentales son los mismos que creen que los narcocorridos son “cultura popular”.