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Sinaloa se convierte en escenario de una carnicería disfrazada de normalidad

La barbarie se cobra nuevas vidas en un escenario donde la impunidad y la sangre se mezclan con normalidad.

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Sinaloa se convierte en escenario de una carnicería disfrazada de normalidad

En un espectáculo macabro que ya parece rutinario, los municipios de Culiacán, San Ignacio y Navolato ofrecieron su habitual contribución al catálogo de horrores nacional. Ocho hombres, incluido un adolescente y un socorrista de la Cruz Roja, fueron sacrificados en el altar de la “paz social” que tanto pregona el gobierno.

Obed Yair “N”, un paramédico que dedicaba su vida a salvar otras, fue secuestrado en su día libre por sujetos armados, porque en Sinaloa hasta la solidaridad tiene fecha de caducidad. Horas después, la Marina lo entregó a una clínica del IMSS con más agujeros que un queso gruyère, pero las autoridades, en un ejercicio de transparencia ejemplar, se negaron a revelar dónde lo encontraron. ¿Acaso fue en un reality show de tiro al blanco?

Mientras tanto, en Villa Juárez, dos civiles decidieron jugar a los vaqueros con el Ejército y perdieron. Sus identidades son tan irrelevantes como las promesas de seguridad. En la misma zona, otro cadáver, esta vez con el bonus track de tortura, apareció en una casa como si fuera un mueble más. Sin evidencias, claro, porque en este país las pruebas son tan efímeras como la memoria colectiva.

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En Potrero de Sataya, un joven de 18 años fue hallado en un canal de riego, atado y acribillado, porque en Sinaloa hasta el agua está sedienta de sangre. Sus familiares habían reportado su secuestro, pero en esta tierra de justicia exprés, las denuncias son solo trámites burocráticos para el olvido.

La carretera Mazatlán-Culiacán, ese escenario perfecto para crímenes cinematográficos, regaló otro cuerpo atado y balaceado. Y como broche de oro, un padre y su hijo de 15 años fueron ejecutados a balazos desde un auto en movimiento, porque en México hasta la muerte viaja en BMW.

Las autoridades, siempre tan diligentes, confirmaron lo obvio: ambos murieron. Pero tranquilos, ciudadanos, que pronto lanzarán un comunicado lleno de cifras y cero responsables, porque aquí el crimen es un negocio redondo… para todos menos para las víctimas.

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