Slim y Sheinbaum celebran su tercer café filosófico en Palacio

En un acto que ya parece ritual, el oráculo de Telmex, Carlos Slim, descendió ayer por tercera vez desde el Olimpo empresarial para iluminar con su sabiduría los pasillos de Palacio Nacional. La Presidenta Claudia Sheinbaum, cual discípula aplicada, se limitó a asentir mientras el gurú de las telecomunicaciones disertaba sobre el estado de la nación entre sorbos de café orgánico de Chiapas (certificado de comercio justo, por supuesto).

“Refrescante”, calificó la mandataria el monólogo de dos horas donde Slim -quien casualmente controla el 40% del PIB nacional- explicó por qué debemos confiar ciegamente en las bondades del capitalismo clientelar. El tema estrella: cómo vender México a los gringos sin que se note el remate de bienes públicos. “Optimista”, murmuró Sheinbaum mientras anotaba “llamar a Slim para próximo plan económico” en su agenda de piel de becerro ecológico.

El hijo del magnate, Carlos Slim Domit, completó el cuadro surrealista conduciendo el Mercedes familiar hacia la siguiente cita con la patria contratista. Mientras tanto, en algún suburbio de Monterrey, un obrero de tercera generación revisaba su cuenta de ahorros para el retiro: $237 pesos. Coincidencia o profecía autocumplida, el mismo día que Slim vaticinó “mucha inversión privada para 2025”, una fábrica textil en Puebla anunció su cierre “por falta de competitividad”.

¿Qué se cocina entre bambalinas? El país suspira ante el misterio de estas cumbres empresariales-gubernamentales donde todos hablan de futuro brillante, pero nadie menciona los apagones de la realidad. Mientras el pueblo llano espera el trickle-down económico prometido, al menos nos queda el consuelo de saber que si el capitalismo fracasa, siempre podremos vender los derechos de esta tragicomedia a Netflix. ¿Alguien dijo “nueva temporada de House of Cards: edición tropical”?