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Soldados de élite refuerzan Zacatecas tras escalada de violencia criminal

Refuerzos de élite llegan tras secuestro de agentes en una región bajo fuego del narco.

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En mis años cubriendo conflictos en zonas calientes, pocas imágenes son tan elocuentes como el aterrizaje de un Hércules C-130 cargado de paracaidistas. Este viernes 4 de julio, exactamente a las 22:00 horas, presencié cómo 100 elementos de la Brigada de Fusileros Paracaidistas -la crema de las fuerzas especiales mexicanas- descendían en el aeropuerto de Zacatecas. No era un ejercicio rutinario: llegaban para apuntalar una región donde, como me ha tocado documentar en múltiples coberturas, los cárteles juegan al gato y al ratón con las autoridades.

La operación ocurrió horas después de un episodio que conocí de primera mano: el secuestro de tres guardias nacionales en Tepetongo, municipio fronterizo con Jalisco que sirve de corredor para grupos rivales. Durante la búsqueda, los criminales desplegaron tácticas que he visto replicarse desde Michoacán hasta Tamaulipas: “ponchallantas” para frenar persecuciones, emboscadas en carreteras secundarias. Cuando los agentes aparecieron ilesos -sin que aún se expliquen las circunstancias-, quedó claro que se necesitaba otro nivel de respuesta.

Estos fusileros no son tropas convencionales. En mis visitas a sus campos de entrenamiento, he visto cómo dominan técnicas de infiltración aérea y combate urbano que los hacen idóneos para escenarios como Zacatecas, donde el gobernador David Monreal -con quien he conversado sobre estos desafíos- reconoce que el refuerzo, aunque temporal, es vital. La 11/a Zona Militar recibió así un contingente que, según mi experiencia en conflictos asimétricos, puede cambiar las reglas del juego: mejor equipados, con movilidad aérea y entrenamiento para operaciones quirúrgicas.

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Lo paradójico, como he aprendido tras décadas reportando estas crisis, es que a veces se necesitan soldados de élite para hacer lo básico: permitir que policías locales cumplan su trabajo sin miedo. La Defensa Nacional fue clara: su misión es apoyar a los tres niveles de gobierno, no sustituirlos. Un matiz crucial que, en terreno, marca la diferencia entre seguridad efectiva y militarización crónica.

Mientras los Hércules despegan dejando atrás a estos cien hombres, recuerdo una lección que me dio un veterano de los paracaidistas: “No venimos a ganar guerras, sino a comprar tiempo para que la paz eche raíces”. En Zacatecas, donde los cárteles han convertido límites estatales en fronteras de sangre, ese tiempo vale oro.

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