La comunidad de Tizayuca, Hidalgo, se encuentra en alerta. Residentes de fraccionamientos como Florencia, Nacozari y El Pedregal reportan una invasión masiva de moscas que ha colapsado la normalidad, transformando hogares y espacios públicos en zonas de conflicto ecológico.
Una crisis que traspasa fronteras
Los testimonios ciudadanos pintan un escenario de creciente desazón. Lo que comenzó como una molestia puntual se ha escalado, en cuestión de días, a una plaga descontrolada. Los insectos no distinguen entre viviendas, penetrando en cada rincón y alterando por completo la dinámica cotidiana. Esta disrupción ambiental ha unificado las quejas de diversas colonias, evidenciando un problema de escala municipal que demanda una intervención sistémica.
Diagnóstico oficial versus percepción ciudadana
Frente a la presión social, la alcaldía activó sus protocolos. La Dirección de Ecología y Medio Ambiente realizó una inspección en campo, cuyo veredicto preliminar apunta a una gestión deficiente de desechos orgánicos en terrenos de cultivo como el epicentro del brote. Sin embargo, esta explicación choca con la hipótesis comunitaria, que señala directamente a la contaminación de la cuenca lechera local y al río Papalote, receptor histórico de efluentes y residuos agroindustriales.
El conflicto: bioseguridad vs. inmediatez
Las autoridades han descartado, por ahora, una declaratoria de emergencia sanitaria, optando por la vigilancia y prometiendo métodos de control biológico o químico solo si la situación se agrava. Esta postura, basada en un enfoque de bioseguridad y prevención del impacto ecológico secundario, ha sido recibida con frustración por la población. Los habitantes exigen una acción contundente e inmediata, interpretando la cautela oficial como una minimización de un problema que ya afecta su bienestar y calidad de vida, un claro ejemplo de la brecha entre la gestión técnica y la urgencia percibida en el territorio.










