La comunidad de Nuevo Monterrey, en el municipio de Huauchinango, Puebla, enfrenta una devastación sin precedentes tras el deslizamiento masivo de un cerro que ocurrió durante la noche del 9 de octubre. El derrumbe, provocado por 36 horas de lluvia continua asociadas a la tormenta tropical Jerry, sepultó varias viviendas en la calle Quetzalcóatl y cobró la vida de cinco miembros de una misma familia, los Cruz Salas, mientras al menos ocho personas permanecen desaparecidas bajo toneladas de lodo y escombros.
Las víctimas fatales han sido identificadas como Evelia Salas Aguilar, de 41 años, y sus cuatro hijos: Adela, de 21 años; Julio, de 18; Esperanza, de 13; y la pequeña Estefanía, de apenas 3 años. Los cuerpos de todos ellos fueron recuperados de los restos de su propia vivienda, que quedó completamente destruida por la fuerza del alud. La noticia confirmó los peores temores de sus familiares, quienes desde el momento del desastre habían iniciado una angustiosa búsqueda a través de redes sociales. “Mary Salas busca a su tía Evelia Salas y sus tres hijas… no se supo más de ellas desde que el cerro se desplomó”, escribió una usuaria en Facebook, en un mensaje que reflejaba la desesperación de la comunidad.
Entre los relatos de supervivencia emergen los de Delia Monterde Ramírez y Juana Monterde Ramírez, quienes lograron ser rescatadas con heridas de gravedad. Según el testimonio de Diana Medrano, nuera de una de las afectadas, Juana perdió a su esposo, Pablo Hernández Trejo, durante el evento. “Gracias a Dios encontré a mi suegra Delia y a su hermana Juana… están vivas, pero gravemente heridas. Mi suegra podría perder la pierna y Juana tiene fracturas y heridas profundas”, relató Medrano, quien además hizo un llamado desesperado para recabar apoyo económico y médico para ambas mujeres.
La magnitud de la tragedia movilizó a las autoridades de los tres niveles de gobierno. La presidenta Claudia Sheinbaum y el gobernador del estado, Alejandro Armenta, realizaron un recorrido por la zona del desastre para supervisar personalmente las operaciones de rescate y ofrecer el apoyo institucional a las familias damnificadas. Su presencia en el lugar subraya la gravedad de la situación en la Sierra Norte de Puebla, una región particularmente vulnerable a los efectos de los fenómenos meteorológicos extremos.
Mientras tanto, los equipos de rescate continúan sus labores en condiciones de alto riesgo, con la amenaza latente de nuevos derrumbes. La búsqueda de los ocho desaparecidos se lleva a cabo con herramientas manuales, donde vecinos y voluntarios se han unido a los cuerpos de emergencia en la titánica tarea de remover el lodo y las piedras. Esta colaboración comunitaria se ha vuelto un pilar fundamental en la respuesta a la catástrofe, demostrando la resiliencia de una población que se enfrenta no solo a la pérdida de sus seres queridos, sino también a la destrucción de su entorno inmediato.
El deslave de Nuevo Monterrey se inscribe en un contexto de afectaciones más amplias generadas por la tormenta tropical Jerry en la región, planteando interrogantes sobre la vulnerabilidad de los asentamientos humanos en zonas de ladera y la necesidad de protocolos de prevención más robustos. Cada hora que pasa reduce las esperanzas de encontrar supervivientes, transformando la operación de rescate en una misión de recuperación, mientras la comunidad llora la pérdida de una familia entera que fue arrebatada en cuestión de segundos.