Un llamado a repensar la infraestructura desde sus cimientos
La noticia del descarrilamiento del Tren Interoceánico, con su trágico saldo de vidas, nos confronta con una realidad incómoda que va más allá de la cadena de custodia o las pólizas de seguro. ¿Y si este evento no es solo un accidente a investigar, sino un síntoma profundo de un modelo de desarrollo que prioriza la velocidad sobre la resiliencia? Un pensamiento disruptivo nos invita a dejar de ver las vías simplemente como rieles sobre la tierra, y a comenzar a verlas como el sistema nervioso de una nación, donde un punto de falla revela la vulnerabilidad de todo el organismo.
El reporte del Almirante Raymundo Morales Ángeles, titular de la Secretaría de Marina, detalla la respuesta inmediata: 12 de las 13 personas fallecidas localizadas, decenas de heridos atendidos, y la movilización de la Fiscalía General de la República y la Agencia Reguladora de Transporte Ferroviario. Sin embargo, la verdadera innovación no reside en gestionar la crisis, sino en disiparla antes de que ocurra. La “caja negra ferroviaria” bajo custodia no debe ser solo un archivo de lo sucedido; debe convertirse en la semilla de un algoritmo predictivo que utilice inteligencia artificial e internet de las cosas para monitorear en tiempo real no solo las “buenas condiciones operativas”, sino el estrés microscópico de cada metro de acero, la estabilidad de cada talud y los patrones climáticos extremos.
Imaginemos un paradigma donde la camioneta exploradora (hi-rail) no sea un verificador ocasional, sino el nodo de una red sensorial continua. Pensemos en un modelo de transporte que no solo asegure pasajeros y equipo, sino que “asegure” la prevención mediante una cultura de innovación abierta, donde datos de ingeniería, geología y climatología converjan en un gemelo digital de la ruta. ¿Qué pasaría si tratáramos cada kilómetro de vía con la misma precisión y monitoreo con que se gestiona un vuelo espacial?
La tragedia en Oaxaca es una herida profunda. El camino hacia adelante, sin embargo, no puede limitarse a recomponer lo que se quebró. Exige una reinvención radical. Debemos conectar puntos aparentemente inconexos: la logística militar de la Semar para desplegar ayuda, la capacidad técnica de las empresas privadas, y la visión de una fiscalía que busca causas, deben fusionarse en una misión permanente de ingeniería social y civil proactiva. El objetivo no es solo restaurar la confianza en un tren, sino en la capacidad de una sociedad para construir sistemas que sean inherentemente seguros, adaptativos y, sobre todo, dignos de la vida que transportan. La persona aún desaparecida merece más que una búsqueda; merece que su historia sea el catalizador de una revolución en cómo concebimos el movimiento y el progreso.















