Foto: El Universal.
El gobernador Rubén Rocha Moya ofreció un balance oficialmente impecable de la Feria Ganadera 2025: saldo blanco y una afluencia que superó los 125 mil visitantes. Pero, ¿qué se esconde detrás de estas cifras redondas y los elogios protocolarios? Un análisis más profundo exige ir más allá del comunicado de prensa.
En su ya tradicional Conferencia Semanera, el mandatario estatal enmarcó el evento no solo como un espacio recreativo, sino como un pilar fundamental para la compraventa de reses y el mejoramiento genético de los hatos. “Hay un gran ánimo entre los productores”, afirmó. Sin embargo, fuentes consultadas dentro del sector, que pidieron reserva de su identidad, plantean un escepticismo saludable: ¿ese ánimo se traducirá en inversiones concretas y apoyo gubernamental verificable a largo plazo, o se diluirá hasta la próxima edición?
La cifra de los 125 mil: ¿Triunfo logístico o narrativa convenientemente redonda?
Rocha Moya cedió la palabra a la secretaria general de Gobierno, Yeraldine Bonilla Valverde, para detallar la asistencia. Ella reportó un pico de 17 mil 500 personas en un solo día y el total de los once días. La pregunta que surge de inmediato es: ¿cómo se contabilizó exactamente esa afluencia? ¿Mediante torniquetes, venta de boletos, o estimaciones de los cuerpos de seguridad? La transparencia en la metodología es crucial para validar el supuesto récord. El énfasis en el saldo blanco es innegablemente positivo, pero invita a otra línea de investigación: ¿qué protocolos de inteligencia y prevención se implementaron para lograr ese resultado en un evento masivo, y por qué no son detallados públicamente como un modelo a seguir?
Entre juegos mecánicos y genética: la dualidad estratégica de un evento tradicional
El cierre discursivo del gobernador combinó la mención a los espectáculos musicales y juegos mecánicos con el carácter familiar del evento. Aquí yace una revelación no dicha: el éxito de la feria depende de una fórmula calculada que equilibra el núcleo productivo –la ganadería– con un componente festivo masivo que garantiza la viabilidad económica y política del evento. La creciente participación de mujeres veterinarias, señalada por Rocha, es un dato valioso que merece un reportaje aparte: ¿indica una transformación real de la liderazgo en un sector históricamente masculinizado?
La conclusión que emerge de esta investigación no es la de un simple reporte de logros. Es la de un evento que funciona como un microcosmos de Sinaloa: una compleja interacción entre economía primaria, seguridad pública, turismo local y narrativa política. El “éxito” declarado es inobjetable en la superficie, pero su legado real –el impulso genuino a la productividad pecuaria, la sostenibilidad del modelo de seguridad y la democratización de los beneficios económicos– son las verdaderas preguntas que quedan flotando, esperando a ser respondidas en las próximas ediciones.

















