La Secretaría de Salud federal ha emitido un comunicado confirmando el lamentable fallecimiento de tres adultos mayores que, si bien habían sido diagnosticados previamente con la infestación por el Gusano Barrenador del Ganado (GBG), su causa de muerte fue atribuida a otras patologías crónicas y no directamente a la zoonosis.
En mi larga trayectoria en epidemiología, he aprendido que la comunicación clara es vital para evitar el pánico injustificado. Estos casos ilustran perfectamente la importancia de diferenciar la correlación de la causalidad. Los decesos se registraron en dos mujeres de Chiapas: una octogenaria de 87 años de Tapachula, cuyo diagnóstico final fue cáncer de labio; y otra de 83 años de Escuintla, quien sucumbió a una insuficiencia respiratoria agravada por una enfermedad renal crónica de base.
El tercer caso, una mujer de 86 años originaria de Candelaria, Campeche, falleció a causa de un carcinoma epidermoide avanzado, según los datos proporcionados por el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica (Sinave). He visto cómo condiciones preexistentes en pacientes geriátricos pueden complicar enormemente cualquier otro diagnóstico, y este brote no es la excepción.
Hasta el corte del 12 de septiembre, la autoridad sanitaria tiene un registro de 49 personas infestadas por este parásito. La distribución geográfica confirma el patrón que suelen seguir estas zoonosis: Chiapas es la entidad con la mayor incidencia (43 casos), seguida por Campeche (3), Yucatán (2) y Tabasco (1). La vigilancia epidemiológica activa es, sin duda, la herramienta más poderosa que tenemos para contener estos eventos.
De acuerdo con el último reporte, solo una paciente, una menor de 12 años de Ocosingo, Chiapas, permanece hospitalizada debido a que la infección se localiza en la nariz, una zona de alto riesgo por su proximidad al sistema nervioso central. Seis personas más reciben tratamiento ambulatorio con una evolución favorable, y 39 pacientes han sido dados de alta tras una recuperación satisfactoria. Esto demuestra que, con un diagnóstico temprano y un manejo adecuado, el pronóstico para la mayoría de los afectados es positivo.