En un giro de eventos que supera cualquier trama de ficción absurda, el otrora paladín de la ley en Tabasco, el exsecretario Hernán Bermúdez Requena, fue aprehendido mientras disfrutaba de un exilio dorado en un lujoso barrio cerrado de Paraguay. La farsa alcanzó su climax cuando las autoridades revelaron que el prófugo, acusado de dirigir el violento grupo “La Barredora”, no planeaba unas merecidas vacaciones, sino montar una franquicia criminal en suelo guaraní.
El Ministro Jalil Rachid, en una conferencia de prensa que más parecía el guion de una tragicomedia, explicó con solemnidad que el exfuncionario había ingresado de forma ilegal, como si se tratara de un turista inconveniente y no de un presunto capo buscado internacionalmente. El detalle más hilarante de esta opereta fue el mecanismo de localización: el prófugo fue delatado por los movimientos de su propia tarjeta de crédito, un instrumento de extrema sofisticación para un maestro del crimen que pretendía pasar desapercibido.
La trama se engrosa con la llegada al país de su cónyuge, quien en un arranque de audacia burocrática, salió y entró el mismo día para regularizar su situación migratoria pagando una simple multa, como si se tratara de una infracción de tránsito y no de la huida de un criminal buscado por secuestro y extorsión. Mientras tanto, su sobrino, Gerardo Bermúdez Arreola, ya había sido detenido meses antes por operar una empresa de apuestas ilegales, Montego Trading, completando el cuadro de un clan familiar dedicado a la empresa criminal con la eficiencia de una multinacional.
La idea de que un exsecretario de seguridad, cuya función era desmantelar el crimen, pretenda instalar una red delictiva en un país vecino es la perfecta alegoría de un sistema donde las instituciones y el hampa no son polos opuestos, sino dos caras de la misma moneda corrupta. Su plan maestro de vivir escondido, sin “existir” en Paraguay, fue frustrado por el más común de los errores del ciudadano moderno: no controlar sus gastos con tarjeta. Una lección de humildad para cualquier aspirante a villano.