La plaza principal de Magdalena de Kino, Sonora, fue testigo de una escena que osciló entre la celebración y la tragedia en cuestión de segundos. ¿Qué eventos condujeron al último y dramático acto de un profesor querido por toda una comunidad? La investigación revela los detalles de una tarde que quedará grabada en la memoria colectiva.
Durante la serenata en honor a San Francisco, el santo patrono, el ex maestro de secundaria Luis Eduardo Bojórquez Huesca, de 61 años, subió al escenario. Conocido cariñosamente como “Profe Guayo”, se preparaba para interpretar la emblemática canción “A mi Manera”, popularizada por Frank Sinatra. Rodeado no solo por los miembros de su grupo musical, Unión San Francisco, sino también por familiares, amigos y decenas de sus exalumnos, el ambiente era de pura alegría y camaradería. Pero, ¿fue este un final previsible para un hombre apasionado por la música?
Testimonios recogidos entre los asistentes describen una actuación llena de emoción. Sin embargo, en los instantes finales de la interpretación, algo cambió. Las imágenes, ampliamente difundidas en redes sociales, muestran el momento preciso en que Bojórquez Huesca se sintió indispuesto. Se puede observar cómo busca desesperadamente un punto de apoyo, un breve instante de lucha silenciosa antes de desvanecerse por completo entre los aplausos de un público que, en un principio, no comprendió la gravedad del suceso.
La pregunta que muchos se hacen es inevitable: ¿Se trató de un problema cardíaco no detectado? ¿Hubo señales previas que pasaron desapercibidas? La rapidez de los eventos sugiere una crisis médica súbita. Como director retirado de la secundaria que honra el nombre de su propio padre, el Prof. Eduardo Bojórquez Valenzuela, su legado en la educación era enorme. Su entrega había moldeado generaciones, haciendo que su partida no fuera solo una pérdida familiar, sino una conmoción para el tejido social del pueblo.
La reacción de la comunidad no se hizo esperar. La consternación se transformó rápidamente en una ola de apoyo y homenajes. Sus cenizas fueron depositadas en la Parroquia de Santa María de Magdalena, un sitio simbólico para una despedida final. La narrativa establecida habla de un hombre que, irónicamente, vivió y partió “A su manera”. Pero más allá del simbolismo, su historia deja al descubierto la vulnerabilidad humana incluso en los momentos de mayor aparente júbilo. Su legado como educador y músico perdura, pero su final abrupto plantea un recordatorio sombrío sobre la imprevisibilidad de la vida.