Foto: Agencia Reforma.
En un espectáculo que superó cualquier promesa de campaña municipal, los linarenses fueron testigos de cómo su gobierno local demostró mayor agilidad para perderse que un plantígrado en laberinto de asfalto. El oso negro, bautizado ya como “el único funcionario eficiente de la administración”, recorrió impune desde la Carretera a Montemorelos hasta la zona industrial, dejando tras de sí un reguero de selfies virales y preguntas incómodas.
Mientras Protección Civil jugaba al escondite municipal (versión edición limitada con presupuesto fantasma), la corporación estatal perfeccionaba su técnica de avestruz institucional: “No vimos, no sabemos, pero tenemos un comunicado preparado”. Las redes sociales, ese tribunal popular donde la fauna burocrática queda expuesta, documentaron cómo un mamífero sin credencial logró lo imposible: movilizar a una ciudad sin permiso por escrito en triplicado.
El misterio de cómo llegó el plantígrado a Linares palidece ante el enigma mayor: ¿cómo es que las autoridades, con todos sus radares, cámaras y personal, tienen menos presencia que un oso en zona urbana? Quizás el verdadero animal en peligro de extinción sea la eficiencia gubernamental.
