Un senador reinventa su ética con la ganadería

En un giro discursivo que desafía la concepción tradicional del conflicto de intereses, el senador Adán Augusto López Hernández ha transformado su declaración patrimonial en un manifiesto de transparencia disruptiva. ¿Y si la solución a la desconfianza ciudadana no fuera la abstención total, sino la reconversión hacia actividades tangibles y ancestrales?

El coordinador morenista no se limita a cumplir con la normativa; la reinterpreta. Al declarar la ganadería como su única empresa activa, no solo evita la sombra de la asesoría legal, sino que conecta su sustento con la tierra, un concepto que rompe con la opacidad de los servicios profesionales intangibles. Esta no es una mera aclaración; es un prototipo de rendición de cuentas mediante la huella física. Mes a mes, el embarque de 150 reses se convierte en una métrica de transparencia imposible de ocultar en paraísos fiscales.

Su argumento es una bomba de pensamiento lateral: la imposibilidad geográfica de ejercer en Tabasco no es una excusa, sino la base de una nueva ética pública. ¿Por qué no exigir a todos los servidores públicos que sus negocios sean tan visibles y medibles como un hato ganadero? Esta perspectiva convierte un problema de agenda en una oportunidad para redefinir la probidad. Imaginen un sistema donde los ingresos de los funcionarios estuvieran anclados a ciclos productivos observables, no a transacciones digitales opacas.

La rectificación sobre su contribución fiscal no es un error que corrige, sino un lienzo donde pinta un nuevo paradigma. En un ecosistema político donde la desconfianza es la moneda corriente, López Hernández propone, quizá sin saberlo, un modelo de capitalismo cívico: donde la riqueza no se esconde, se pastorea. El verdadero conflicto de interés no está en tener negocios, sino en no poder pastorearlos a la vista de todos.

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