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Un taller de manualidades y el gran operativo contra el narco

La versión oficial choca con la narrativa de la agencia estadounidense, generando un surrealista desencuentro diplomático.

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En un giro argumental que haría palidecer a los guionistas de las telenovelas más estridentes, el Gobierno de la Cuarta Transformación y la venerable Agencia Antidrogas estadounidense (DEA) protagonizaron un desencuentro de proporciones cósmicas. Lo que para unos es un colosal “operativo conjunto” bautizado con el belicoso nombre de “Portero”, para la otra parte no es más que un modesto “taller de capacitación”, una suerte de curso de manualidades para adultos con énfasis en el uso de las tijeras de punta redonda y el pegamento no tóxico.

El venerable Terry Cole, sumo sacerdote de la DEA, profirió desde su trono en Washington la revelación de un pacto épico: guerreros de la ley yanquis adiestrarían a las legiones mexicanas para dar caza a los titanes del narcotráfico. Una epopeya homérica, sin duda.

Frente a esta monumental proclama, la Presidenta Sheinbaum, con la serenidad de quien descubre una factura de luz incorrecta, desplegó el arma más letal de la diplomacia moderna: la incredulidad administrativa. “No hay ningún acuerdo”, sentenció, tras realizar la exhaustiva investigación de preguntarle a sus subalternos, quienes, en un acto de sincronizada lealtad, corearon: “¿Acuerdo? Nosotros no sabemos de ningún acuerdo. ¿Se refiere al del café y las galletas?”.

El quid de la cuestión, el mítico “Portero”, resultó ser, según el relato oficial, la épica misión de enviar a cuatro valientes agentes —un número perfecto para una partida de tute— a un taller. No se especificó si el temario incluía “Cómo detectar un capo en 3 pasos” o “Técnicas avanzadas para servir el café a los mandos superiores”.

La Cancillería mexicana, ahora convertida en departamento de reclamaciones, se apresta a enviar una nota de protesta escrita en papel con membrete, exigiendo una explicación por tamaña exageración transnacional. Mientras, en algún lugar de la frontera, cuatro policías buscan desesperadamente la sala de capacitación correcta, preguntándose si el destino los ha convertido en héroes de una epopeya imaginaria o en extras de un absurdo burocrático de talla internacional.

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