Una Lección de Ética Deportiva que Duele en el Césped
En mis años alrededor del futbol americano, he visto cómo el calor del partido puede nublar el juicio, pero lo sucedido en el partido entre los Borregos del Tec de Monterrey y los Borregos CEM va más allá de un simple arrebato. Fue una falta de respeto hacia el juego, hacia el rival y hacia uno mismo. La imagen del número 44 pisando cerca de la rodilla de un oponente en el suelo no es un “juego intenso”; es una transgresión que mancha el espíritu de este deporte.
El Punto de Quiebre: Cuando la Competencia se Tuerce
Recuerdo a un veterano entrenador decirme una vez: “El carácter de un jugador no se mide en la jugada ganadora, sino en cómo reacciona cuando piensa que nadie lo está mirando”. La jugada, que terminó con un rival en el césped, era el momento preciso para demostrar deportividad. En cambio, se optó por una acción deliberada con un alto riesgo de lesión. He sido testigo de cómo una sola acción así puede truncar carreras prometedoras y generar un clima de desconfianza que perdura toda una temporada.
Antecedentes y la Responsabilidad de las Instituciones
Lo que más preocupa, desde mi perspectiva, es enterarme de que el linebacker José López ya tenía un antecedente similar. Aquí es donde la experiencia nos enseña una lección crucial: permitir que conductas antideportivas se repitan sin consecuencias firmes es el primer paso para normalizarlas. Los equipos y las ligas, como la ONEFA, tienen una responsabilidad ineludible. No se trata solo de ganar partidos, sino de formar atletas íntegros. La molestia de la afición es comprensible; ellos son los primeros en reconocer el valor del juego limpio.
La verdadera prueba para la institución no está en el partido, sino en la sanción ejemplar que debe seguir. Una sanción que envíe un mensaje claro: el talento nunca será una excusa para la falta de ética. El silencio del jugador y del equipo, mientras tanto, habla por sí solo. En este deporte, como en la vida, las acciones siempre terminan por encontrar su eco.
