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Violencia y polarización definen las elecciones municipales en Veracruz

La sombra de la violencia marca las elecciones en Veracruz, con ataques, amenazas y una lucha por el poder.

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Veracruz cierra un mes de campaña electoral teñido de sangre, con seis políticos asesinados —entre ellos dos candidatos— y una decena de ataques que han puesto en jaque la renovación de sus 212 ayuntamientos. La violencia no ha dado tregua: el pasado 29 de abril, apenas iniciados los comicios, fue ejecutado Germán Anuar, candidato de Morena en Coxquihui, y el 11 de mayo corrió la misma suerte Yesenia Lara, aspirante morenista en Texistepec. Esta semana, como un macabro cierre, se registraron ataques contra vehículos y sedes de campaña de partidos como MC, Morena y PVEM en municipios como La Antigua, Tempoal, Alvarado y Jilotepec.

La tensión es tal que en zonas rurales de Coxquihui se suspendieron clases hasta después de la votación del 1 de junio. La gobernadora Rocío Nahle prometió un operativo con 15,715 elementos de seguridad y 2,166 vehículos para garantizar la jornada electoral, pero la sombra del miedo persiste. En este clima, Morena busca consolidarse como fuerza hegemónica, con ventaja en plazas clave como Coatzacoalcos, Córdoba y Xalapa, mientras la batalla entre la 4T y el PAN se centrará en el Puerto de Veracruz y Boca del Río, bastión panista ahora en riesgo tras la alianza de los Yunes con Morena.

La elección no solo está marcada por la violencia, sino por fracturas políticas. Morena rompió con el PT, su aliado histórico, y compite con el PVEM en 165 municipios. Por su parte, el PAN y el PRI se acusan mutuamente de traición, mientras en 57 municipios los ánimos están “encendidos”, según admitió Nahle. La gobernadora criticó que algunos candidatos tienen antecedentes penales o vínculos con grupos violentos, exigiendo a los partidos mayor responsabilidad. Las encuestas proyectan que Morena retendrá siete de los diez municipios clave, aunque la atención se centra en Veracruz capital y Boca del Río, donde el PAN lucha por mantener su influencia pese a la defección de los Yunes.

Lo vivido en Veracruz es un reflejo de cómo la violencia y las alianzas cambiantes redefinen el mapa político. Quienes hemos cubierto procesos electorales en zonas conflictivas sabemos que, más allá de los discursos, la seguridad de los votantes y candidatos sigue siendo la deuda pendiente. La lección es clara: sin garantías mínimas, la democracia se reduce a un acto de fe.

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