La combinación letal de violencia y sequía paraliza los campos sinaloenses, disparando costos y generando escasez laboral.
Los campos de Sinaloa cosechan balas en lugar de maíz mientras el crimen siembra el terror entre jornaleros.
La industria ganadera mexicana enfrenta una tormenta perfecta: medidas unilaterales, descoordinación gubernamental y una plaga que amenaza el patrimonio nacional.