La solidaridad de los habitantes de Matamoros se hizo presente con el envío de más de 40 toneladas de ayuda para los damnificados de Veracruz, una iniciativa ciudadana en la que el gobierno municipal solo fungió como puente para la logística.
Una comunidad marginada se organiza ante la ausencia estatal, mientras el lodo y el riesgo sanitario persisten días después de la inundación.
La solidaridad y la desesperación se entrelazan mientras cientos de poblados luchan por sobrevivir tras la catástrofe.
Un gesto de empatía transforma la crisis en una lección de humanidad y acción colectiva desde las bases.
La ciudadanía teje una red espontánea de apoyo mientras las familias enfrentan la angustiosa espera. La empresa responsable brilla por su ausencia.
La promesa de un policía y el último deseo de un hombre revelan el lado humano de la catástrofe.
La solidaridad se organiza fuera del hospital. Atención psicológica y suministros vitales fluyen para los afectados.
