El Edicto del Gran Hermano Telefónico
A partir del próximo lunes 7 de enero, los ciudadanos de esta gloriosa nación deberán presentarse, cual siervos medievales ante su señor feudal, para realizar el ritual obligatorio de vinculación biométrica. Sí, esa línea que usted compró con su dinero y ha usado durante años, ahora requiere de su permiso oficial para seguir existiendo. Un acto de pura caridad estatal para protegerlo de los malvados fantasmas de las llamadas fraudulentas, que hasta ayer eran solo una molestia, pero que hoy justifican el gran censo digital.
La Suspensión que No Suspende los Cobros
He aquí la primera joya de la lógica burocrática: si no se somete al ritual, su línea será suspendida. ¡Castigo ejemplar! Sin embargo, en un alarde de justicia poética, la suscripción seguirá generando cobros. Es decir, pagará por un servicio que no puede usar. Una metáfora perfecta de la relación ciudadano-Estado: pagas impuestos por servicios que nunca ves, pero la factura, esa sí, nunca se suspende.
La Cruzada Contra el Anonimato y Otras Herejías
Esta iniciativa nacional, nacida en los sagrados altares de la seguridad, busca erradicar el pecado capital del anonimato. ¿Extorsiones? ¡Combátanse con formularios! ¿Fraudes? ¡Elimínense con selfies! El ciudadano, desnudo ante las corporaciones, deberá entregar su Identificación Oficial Vigente, su CURP y hasta su RFC (por si acaso la línea quiere declarar impuestos). Todo para “asegurar que solo el propietario use su línea”. Una idea tan novedosa como la rueda, pero infinitamente más engorrosa.
El Proceso: Entre la Cola Interminable y el “Prueba de Vida” Digital
Puede elegir su vía de humillación: la presencial, haciendo fila en un Centro de Atención al Cliente (donde la “atención” es un concepto filosófico), o la remota</strong, mediante un portal digital que probablemente se caiga. Lo mejor es esperar el mensaje de texto personalizado, ese moderno heraldo real que le dirá: “Oye, súbete a la base de datos”. Luego, tras subir sus documentos, llegará el momento cumbre: la “prueba de vida“. No, no es un examen filosófico, es una selfie. Porque en el siglo XXI, demostrar que estás vivo no es respirar, es sonreírle a la cámara del celular para que un algoritmo te juzgue.
Los Dogmas de Fe del Registro Universal
Contra los fake news de las redes (esa plaza pública llena de herejes), se nos asegura que nuestros datos estarán resguardados por las telefónicas, custodiadas por la sagrada Ley de Protección de Datos. El gobierno, ese ente desinteresado, no tendrá acceso. Claro, de la misma manera en que un panadero no tiene acceso al trigo que le compra al molinero. Se establecen límites divinos: máximo 10 líneas por ciudadano (porque tener más es sospechoso de planear una revolución), tres intentos para el ritual (la Santísima Trinidad burocrática) y 30 días de gracia para los neófitos. Los menores de edad serán representados por sus padres, consolidando así el registro familiar. La fecha límite es el 29 de junio de 2026. Después, el gran apagón para los rebeldes. Y si se arrepiente, la desvinculación podrá iniciarse el 6 de febrero de 2026. Porque la libertad, como todo buen trámite, tiene sus ventanillas y horarios.
En resumen, bienvenidos al futuro. Donde para evitar que un estafador le pida dinero, primero debe usted entregar su identidad completa. La seguridad, al parecer, es el último refugio de la burocracia.













