La danza celestial que puso al mundo patas arriba
En un acto de insubordinación cósmica sin precedentes, el firmamento decidió montar su propio espectáculo de luces durante la noche del martes, burlándose de nuestra insignificancia terrenal. Las luminiscencias polares, esas divas celestiales que normalmente se reservan para latitudes aristocráticas, se dignaron visitar los patios traseros de la república mexicana y los jardines de Estados Unidos, como si fueran estrellas de rock en gira benéfica por suburbios olvidados.
Nuevo León fue testigo de cómo el cielo se vestía con los colores de un semáforo enloquecido, luciendo tonalidades escarlatas y esmeraldinas que ni el más visionario de los políticos habría prometido en campaña. El fenómeno se propagó con la eficiencia de un rumor electoral, alcanzando Zacatecas, Juárez, y cruzando la frontera con más facilidad que el contrabando, iluminando El Paso, Texas, Florida y Carolina del Norte. La erupción solar, ese divo caprichoso del sistema estelar, había decidido ofrecer funciones extraordinarias en barrios que nunca aparecen en las guías turísticas.
La Sociedad Astronómica de Nuevo León, convertida de pronto en la taquilla oficial del espectáculo galáctico, compartió imágenes con la urgencia de un comunicado de prensa gubernamental, prometiendo vigilancia continua al astro rey como si se tratara del índice de popularidad de un candidato.
¿Qué diablos es esta función celestial?
Según los sabios de Meteorología Tamaulipas, las auroras representan el resultado de una tempestad solar acariciando nuestra atmósfera: es como si las luces del Sol decidieran bailar un tango pasional con el cielo terrestre. “Desde la noche anterior se registran convulsiones geomagnéticas G3-G4, con probabilidad de intensificarse hoy”, anunciaron con la solemnidad de un pronóstico económico.
¿Podrá Tamaulipas colarse en el reparto?
Los especialistas, esos augures modernos, sugieren que debido a la exacerbación de las tormentas, se abre la posibilidad remota -casi tan remota como que un político cumpla sus promesas- de que las auroras más tímidas podrían dejarse ver desde Tamaulipas, completando así la democratización celestial de un fenómeno que antes era exclusivo de élites nórdicas.
Mientras tanto, la humanidad demuestra su eterna capacidad para convertir lo sublime en trivial: millones de personas elevan sus teléfonos hacia el éter, más preocupadas por capturar el instante para sus redes sociales que por contemplar el milagro cósmico. Las luces divinas bailan sobre nuestras cabezas, y nosotros, como siempre, demasiado ocupados buscando el filtro perfecto.

















