Un espectáculo de velocidad cósmica
Con más de dos décadas observando el firmamento, puedo afirmar que pocos fenómenos rivalizan con la intensidad de las Leónidas. Este noviembre, el cielo nos brinda uno de los espectáculos más dinámicos: una lluvia de meteoros que transforma la oscuridad en un ballet de luz y color. Recuerdo una madrugada en el desierto de Atacama, donde cada destello parecía desafiar las leyes de la física.
Cuándo y dónde contemplar el fenómeno
La ventana de observación se extiende hasta el 30 de noviembre, pero la experiencia verdaderamente memorable llegará en su punto álgido. El 17 de noviembre alrededor de las 18:00 GMT marcará el momento cumbre, aunque las noches del 16 y 18 también ofrecerán una frecuencia notable. Aprendí temprano en mi carrera que, contrario a lo que muchos creen, no es necesario fijar la mirada exclusivamente en la constelación de Leo. Los meteoros pueden surgir desde cualquier coordenada celeste, siempre que contemos con cielos despejados y mínima contaminación lumínica.
La herencia histórica de un cometa
La verdadera magia de las Leónidas reside en su legado histórico. El evento de 1833 representa un antes y después en la astronomía moderna – aquella tormenta de cerca de 100,000 meteoros por hora no solo maravilló a los observadores, sino que permitió descifrar el origen cometario de estos fenómenos. En mis investigaciones he comprobado cómo cada noviembre, cuando la Tierra atraviesa los restos del cometa 55P/Tempel-Tuttle, revive parte de aquella épica demostración cósmica.
Estos meteoros, que alcanzan 71 kilómetros por segundo y dejan estelas verde azuladas, nos recuerdan que el universo está en constante movimiento. Mi recomendación práctica: busquen un lugar oscuro, permitan que sus ojos se adapten durante 20 minutos, y prepárense para presenciar uno de los eventos astronómicos más instructivos y sobrecogedores del calendario galáctico.















