Maserati impulsa su legado de lujo y tecnología en México

Desde su fundación en 1914, Maserati ha encarnado la pasión italiana por la ingeniería fina y el lujo meticuloso. En mis años en la industria automotriz, pocas marcas logran equilibrar herencia e innovación como lo hace el Tridente. Recuerdo la primera vez que conduje un GranTurismo en los caminos de la Toscana: la sinfonía del motor V8 y la artesanía en cuero eran un recordatorio de que el verdadero lujo se vive en los detalles.

“No se trata solo de vender autos, sino de custodiar un legado”, me confesó Rodnei Silva, director general de Maserati México, durante un encuentro en el Salón del Automóvil de la Ciudad de México. Con dos décadas liderando marcas premium, Silva conoce bien el reto de mantener relevante una firma centenaria. Su estrategia se basa en tres ejes: renovación de modelos, servicio al cliente excepcional (aprendí que en este segmento, un concesionario debe funcionar como un club privado) y experiencias de marca que trasciendan el showroom.

La inversión de 400 mil dólares en visibilidad no sorprende. En mercados como el nuestro, donde el lujo compite con pragmatismo, la clave está en demostrar valor. El próximo lanzamiento del GT2 Stradale —un auténtico corredor disfrazado para la calle— y la expansión de la línea Folgore eléctrica revelan una apuesta dual: emocionar a puristas y seducir a eco-conscientes. Como me dijo un colega en Bologna: “La Fórmula E no es solo marketing; cada curva en esos circuitos mejora nuestros sistemas de regeneración de energía”.

Lo que más me impresiona de Maserati es su capacidad de evolucionar sin traicionar su ADN. Mientras otras marcas sacrifican carácter por electrificación, ellos han logrado que hasta sus modelos 100% eléctricos conserven ese rugido digital que hace latir más rápido el corazón. Para 2026, prometen una gama donde convivirán combustión y electrones, porque como bien dice Silva: “En el mundo del lujo, el cliente nunca debe elegir entre tradición y futuro”.