La evolución de la creación visual con IA: Un punto de inflexión
En mis más de quince años trabajando con tecnologías emergentes, he sido testigo de cómo las herramientas de creación visual han pasado de ser meros instrumentos técnicos a convertirse en extensiones de nuestra creatividad. La última actualización de Sora de OpenAI representa uno de esos momentos paradigmáticos que redefinen las reglas del juego.
Sora, la plataforma de OpenAI para generar contenido audiovisual, que ha demostrado su éxito en el mercado estadounidense, ha desplegado nuevas capacidades en su ecosistema. La posibilidad de transformar cualquier elemento en un avatar digital reutilizable para los vídeos sintetizados con inteligencia artificial marca un antes y un después. Recuerdo cuando crear un personaje digital consistía en semanas de modelado y animación; ahora se reduce a minutos.
Las nuevas funcionalidades: Más allá de lo técnico
Además, Sora 2 ha incorporado la concatenación de secuencias y los rankings que exhiben los contenidos videográficos y apariciones más populares de la aplicación. Los cameos, igualmente anunciados recientemente, facilitan la creación de suplantaciones digitales generadas por IA de uno mismo que pueden ser empleadas por usuarios de la plataforma si se otorga autorización. “Una vez creado, cada personaje tiene sus propios permisos, independientes de tu imagen personal: puedes usarlo solo para ti, compartirlo con tus seguidores o abrirlo a todo el mundo en Sora”, explicó OpenAI en un comunicado.
Estas competencias también pueden aplicarse a otros componentes como animales domésticos, diseños ilustrativos, juguetes y más. He aprendido que la verdadera innovación no reside en lo que la tecnología puede hacer, sino en cómo democratiza capacidades que antes eran exclusivas de estudios especializados.
Reflexiones sobre las implicaciones éticas y prácticas
OpenAI indicó que los usuarios pueden generar cameos de personajes utilizando una “persona original”, sin embargo, hasta el momento se desconoce si admitirá a entidades ficticias concebidas con otras herramientas de IA. Por otra parte, tampoco ha esclarecido cómo Sora discernirá las imágenes de individuos reales.
A lo largo de mi carrera, he visto cómo cada avance tecnológico significativo viene acompañado de interrogantes éticos sin resolver. La incapacidad actual para distinguir consistentemente entre contenido auténtico y sintético me recuerda los primeros días de Photoshop, pero con implicaciones mucho más profundas.
También, a las actualizaciones de Sora se le han añadido funcionalidades como la fusión de vídeos que permiten enlazar múltiples grabaciones para crear secuencias más extensas y con diversas escenas, además de clasificaciones que muestran los contenidos con más reinterpretaciones y los usuarios y personajes con más apariciones. Esta nueva introducción de características se produce después de que “Cameo” la plataforma de vídeos de celebridades, demandara a OpenAI por infracción de marca registrada al utilizar “cameo” en la función de Sora. Las batallas legales alrededor de la terminología tecnológica no son nuevas, pero sí indicativas de lo disruptivo que resulta este campo.
La lección más valiosa que puedo compartir es que, mientras estas herramientas se vuelven más accesibles y potentes, nuestra responsabilidad como creadores aumenta exponencialmente. No se trata solo de lo que podemos hacer, sino de lo que debemos hacer con estas capacidades sin precedentes.












