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Spotify ajusta sus cuerdas financieras con aumento global de tarifas

La melodía del bolsillo se desafina con el nuevo movimiento financiero de la plataforma de audio.

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En un acto de generosidad corporativa sin precedentes, Spotify, ese filántropo digital que nos permite escuchar Bad Bunny en loop por horas, ha decidido compartir su crisis existencial con los usuarios. Según revelaciones del Oráculo Financiero de Londres (antes conocido como Financial Times), la plataforma afinará sus precios este verano para “mejorar la rentabilidad”, eufemismo corporativo que significa “queremos comprar otro yate pero nos faltan monedas”.

En un comunicado que podría confundirse con un manual de autoayuda para millonarios, Spotify justifica el aumento como necesario para “seguir innovando“, innovación que, por supuesto, se traduce en más podcasts de influencers hablando de crypto y menos funciones útiles. Los usuarios recibirán la notificación del ajuste mediante un correo electrónico con el asunto “¡Buenas noticias!“, seguido de un período de gracia de 30 días para que los plebeyos decidan si venden un riñón o cancelan la suscripción.

El nuevo precio del privilegio auditivo rondará los 20 pesos adicionales, cifra que, según cálculos no verificados, equivale exactamente a:

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  • Media hora de salario mínimo en México
  • Un cuarto de aguacate orgánico
  • O dos minutos de silencio (servicio no disponible en la plataforma)

Para quienes consideren este impuesto al buen gusto musical un exceso, Spotify ofrece alternativas:

  1. Cancelar (opción preferida por los románticos de la piratería)
  2. Escuchar versiones acústicas de reggaeton con anuncios de apuestas (el plan gratis)
  3. Organizar una huelga de streams (efectividad: 0%)

Mientras los ejecutivos brindan con champagne por su audaz estrategia de extracción de capital, los usuarios mexicanos podrán consolarse sabiendo que, al menos, el aumento es democrático: afectará por igual a estudiantes, familias y a esos héroes anónimos que pagan la suscripción individual pero comparten su contraseña con tres primos y el perro.

Queda la esperanza de que, en un futuro cercano, las plataformas descubran el revolucionario concepto de bajar precios. Hasta entonces, seguiremos pagando por el derecho fundamental de que el algoritmo nos recomiende por enésima vez esa canción que ya odiamos.

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