La cruda realidad del abandono infantil en puestos de hotdogs

MONTERREY, NL. — En un giro tragicómico que parece extraído de un manual de supervivencia neoliberal, una bebé de nueve meses fue depositada como si fuera un complemento de mostaza en un puesto de hotdogs frente al Hospital Materno-Infantil de Guadalupe. La madre, autodenominada Valeria (nombre tan genérico como las excusas de un político), engatusó a una empleada con la promesa de un “trámite rápido” y desapareció más rápido que los recursos públicos en época electoral.

La joven vendedora de salchichas, cuyo instinto maternal superó al protocolo institucional, intentó contactar a la progenitora fugitiva. Valeria respondió con la clásica finta burocrática: “Ya voy“, frase que compite con “Estamos trabajando en ello” por el título de mentira más repetida en México. Mientras, la bebé —libre de lesiones físicas, pero condenada a un futuro de expedientes judiciales— inició su peregrinaje por un sistema de protección infantil tan eficiente como un semáforo descompuesto.

Lo más hilarante (si el término aplica en esta distopía): el caso llegó a la Fiscalía un día después, demostrando que hasta el abandono infantil debe hacer fila para ser atendido. Mientras la Agencia Estatal de Investigaciones busca a Valeria con la urgencia de un trámite de licencia, la bebé ya está en manos de la Defensoría Municipal, institución que, irónicamente, tiene más recursos para redactar informes que para prevenir tragedias.

Este episodio resume a la perfección nuestra era: los niños se abandonan en puestos de comida rápida, las autoridades reaccionan con la velocidad de un trámite en línea, y los ciudadanos comunes —como la heroína anónima del hotdog— terminan haciendo el trabajo que el Estado delega mejor que un influencer promocionando una marca.