Ola de violencia azota municipios de Jalisco bajo el yugo del crimen

GUADALAJARA, Jalisco — La escalada de violencia en Jalisco alcanza niveles críticos, con focos rojos en Teuchitlán y Teocaltiche, donde el crimen organizado siembra terror. La noche del 8 de mayo, Cecilia Ruvalcaba, jefa de enfermeras del hospital local, fue ejecutada en un ataque que refleja la crisis de seguridad. El gobernador Pablo Lemus reconoció el desafío, pero las promesas chocan con una realidad implacable.

La conexión entre ambos municipios —separados por tres horas— es el dominio del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). En Teuchitlán, el macabro hallazgo del Rancho Izaguirre, con crematorios clandestinos y pertenencias de víctimas, expuso la brutalidad del narco. Mientras, en Teocaltiche, el rancho Las Margaritas operaba como centro logístico con arsenales y autopartes robadas.

La lista de víctimas crece: ocho policías desaparecidos en febrero, cuyos restos aparecieron en bolsas; el activista Juan Pablo Diego Alonzo, asesinado en su casa; y el director de Seguridad Pública, Ramón Grande, atacado en plena vía pública. La alcaldesa Margarita Villalobos clama acción: “¡Basta de ser invisibles!”, exige en redes, mientras el secretario del ayuntamiento cae abatido en abril.

La impunidad alimenta el ciclo. El alcalde de Teuchitlán, arrestado por vínculos con el CJNG, revela la infiltración en las instituciones. Tecnología de rastreo y operativos fallidos contrastan con la sofisticación criminal. Expertos señalan que sin inteligencia artificial aplicada a la seguridad y cooperación internacional, la paz será esquiva. Jalisco vive una guerra no declarada, donde la ciudadanía paga el precio.

La demanda es clara: soluciones tecnológicas, transparencia y justicia. Mientras, los habitantes sobreviven entre toques de queda autoimpuestos y alertas virales. #JaliscoSangra trendea, pero las respuestas concretas siguen en standby.