Estados Unidos acusa a líderes del Cártel de Sinaloa de narcoterrorismo

En un giro digno de una tragicomedia geopolítica, el Departamento de Justicia de Estados Unidos ha decidido elevar el narcotráfico a categoría de arte performático con su última acusación: narcoterrorismo. Sí, porque en el gran teatro de lo absurdo, si ya no puedes vencerlos con las leyes normales, inventas una nueva categoría jurídica. Los ahora estrellas de este drama judicial son Pedro Inzunza y su vástago, alias “El de la Silla” y “Pichón”, cuyos crímenes ya no son solo traficar drogas, sino —atención— hacerlo con estilo terrorista.

La fiscal Pam Bondi, en un arrebato de creatividad legal, declaró con solemnidad que el Cártel de Sinaloa es una “organización terrorista compleja y peligrosa”. Claro, porque después de décadas de no poder detener el flujo de drogas, ahora resulta que el problema no era la adicción, el mercado negro o la corrupción, sino que los narcos eran, en realidad, malvados supervillanos dignos de una película de Marvel. ¿Y la solución? Cadena perpetua, porque, como todos sabemos, el sistema penitenciario estadounidense es un modelo de rehabilitación.

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Lo más hilarante de este circo es que, mientras el gobierno de EU se jacta de haber incautado 1.65 toneladas de fentanilo (el “más grande de la historia”), nadie parece preguntarse cómo es que semejante cantidad logró cruzar fronteras en primer lugar. Pero no importa, porque ahora el verdadero enemigo no es la demanda insaciable de drogas en su propio país, sino unos señores con apodos ridículos que, según el guion oficial, son los nuevos Bin Laden del opioide.

Así que prepárense, señores, porque en este nuevo capítulo de “La Guerra Contra lo que Sea”, el narcoterrorismo es la excusa perfecta para justificar más gasto militar, más extradiciones y, sobre todo, más titulares dramáticos. Porque al final, ¿qué sería de la política sin un buen villano?

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