El embajador de Trump llega a México con una agenda invisible

Con la solemnidad de quien porta los mandamientos divinos (o al menos los tuits de Trump), Johnson pisó tierra azteca cargando tres reliquias sagradas: un maletín nuclear, una colección de frases hechas sobre “alianza estratégica” y ese olor a naftalina que desprenden los manuales de la Guerra Fría.

La embajada norteamericana, en un alarde de transparencia digno de la CIA, compartió en sus redes sociales la foto ritual donde el nuevo sumo sacerdote del soft power es recibido por su predecesor temporal, Mark Johnson (ningún parentesco, aunque en Washington todos son primos). La escena, cuidadosamente coreografiada, omitió los 17 asesores de seguridad y el traductor que aseguraba que “taco” no es un insulto.

Tras ser ungido por el Senado (ritual que incluyó jurar sobre una Biblia y un ejemplar de “El arte del trato”), el embajador enfrenta ahora su verdadero desafío: explicar sin ruborizarse por qué su jefe llama “agujeros de mierda” a los países que visita. Mientras tanto, la presidenta Sheinbaum aguarda paciente, como quien espera un paquete de Amazon sabiendo que probablemente llegará dañado.

Johnson reemplaza a Ken Salazar, quien durante su gestión demostró que es posible sonreír durante cuatro años mientras te escupen retórica antiinmigrante. Su mayor logro: convencer a López Obrador de que “build the wall” era solo una metáfora poética.