Nuevo plan busca remediar el derrame tóxico en el Río Sonora tras 11 años

CIUDAD DE MÉXICO.- El reciente anuncio de la SEMARNAT contiene elementos alentadores: plantas potabilizadoras, ampliación hospitalaria con unidades toxicológicas y restauración de suelos. Sin embargo, en mi experiencia evaluando desastres similares en Latinoamérica, estos proyectos suelen quedarse en papel cuando no existen mecanismos vinculantes de ejecución. La promesa de “escuchar a las comunidades” llega tarde – los afectados llevan 4,000 días respirando polvo metálico y bebiendo agua dudosa.

Lo que más me preocupa como especialista es la desconexión entre urgencia y burocracia. Mientras el gobierno detalla planes a mediano plazo, el comunicado oficial admite que ni la contaminación ni sus efectos en la salud han sido mitigados. He trabajado en casos donde laboratorios toxicológicos toman años en implementarse, cuando los niños de Ures necesitan diagnóstico y tratamiento hoy.

El gobernador Durazo enfrenta un desafío complejo: equilibrar la presión de Grupo México con las demandas legítimas de pobladores que, según me contaron en terreno, aún ven el río – antaño fuente de vida – como un recordatorio diario del abandono institucional. La verdadera remediación comenzará cuando se priorice a las personas sobre los discursos.