Juan Carlos I planea dejar Abu Dabi por un retorno simbólico a Portugal

La vida del rey emérito Juan Carlos I parece estar en un nuevo punto de inflexión. Tras años de exilio autoimpuesto en Abu Dabi, fuentes cercanas revelan que el monarca podría estar preparando un cambio radical: abandonar su lujosa residencia en los Emiratos Árabes Unidos para establecerse en Cascais, Portugal. ¿Qué hay detrás de esta decisión? ¿Un deseo de reconciliación con su pasado o una estrategia para eludir las sombras que aún persiguen su legado?

El conflicto legal con el expresidente cántabro Miguel Ángel Revilla ha sido solo la punta del iceberg. Documentos consultados por este medio muestran que las tensiones entre ambos se remontan a años de declaraciones cruzadas, donde Revilla cuestionó abiertamente la conducta privada del monarca. Aunque el acto de conciliación en Santander fracasó, ¿podría este episodio ser el detonante de un retorno simbólico a Europa?

Portugal no es una elección casual. Testimonios de antiguos allegados a la familia Borbón confirman que la Villa Giralda, donde Juan Carlos I pasó parte de su infancia durante el exilio republicano, sigue siendo un refugio emocional. “Allí revive los únicos momentos de estabilidad de su juventud”, asegura un historiador real que prefiere mantener el anonimato. Pero más allá de la nostalgia, Cascais ofrece algo que Abu Dabi nunca pudo: proximidad geográfica y política con España sin los riesgos de un regreso directo.

La opulenta vida en Zaya Nurai, con visitas de jeques y diplomáticos, contrasta con las revelaciones de colaboradores sobre su creciente aislamiento. “Extraña los paisajes y las costumbres ibéricas”, confiesa un exasesor. Sin embargo, las investigaciones fiscales pendientes en Suiza —incluyendo los polémicos 65 millones a Corinna Larsen— siguen siendo un obstáculo insalvable. ¿Está el rey emérito buscando un equilibrio entre libertad y discreción?

Lo que parece claro es que este posible traslado no es solo un capricho geográfico. Analistas consultados sugieren que podría tratarse de un movimiento calculado para reescribir su legado, acercándose lo suficiente a España sin reactivar los escándalos que forzaron su salida en 2020. Mientras tanto, en los pasillos del Palacio de La Zarzuela, la noticia se recibe con cautela: cualquier paso en falso podría salpicar al reinado de Felipe VI.

La pregunta que queda en el aire es si Portugal será el epílogo tranquilo que Juan Carlos I anhela o simplemente otra escala en un exilio que, como su reinado, sigue marcado por claroscuros.