Loretta Ortiz Ahlf ratifica su cargo en la SCJN con amplio respaldo ciudadano

La ministra en funciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Loretta Ortiz Ahlf, ha consolidado su posición en el máximo tribunal del país tras los resultados de la elección judicial 2025, celebrada el pasado 1 de junio. Con el 100% de las actas computadas, su respaldo ciudadano superó los 5 millones de votos, ubicándola como la cuarta candidata más votada, solo detrás de figuras como Hugo Aguilar y Lenia Batres.

En mi experiencia observando procesos judiciales, pocas veces se ve una revalidación tan contundente. Ortiz Ahlf no solo mantiene su escaño, sino que lo hace con un mandato claro: “trabajar por el pueblo de México con honestidad y preparación“, como ella misma declaró en la plataforma del INE. Esta frase, más que un eslogan, refleja una filosofía que he visto en juristas excepcionales: la justicia no es un privilegio, sino un derecho que debe llegar a todos.

Su trayectoria es un mapa de compromisos: desde su época como diputada federal por Morena (2012-2015) hasta su rol como coordinadora del Consejo Asesor para Garantizar la Paz al inicio del gobierno de López Obrador. Recuerdo especialmente su labor en la Universidad Iberoamericana, donde dirigió áreas clave como Derechos Humanos y Migración—temas que hoy son centrales en su visión de “sentencias sociales“.

Lo más innovador de su propuesta es el concepto “ministra al territorio“. En mis años cubriendo el Poder Judicial, pocas iniciativas han sido tan audaces: llevar audiencias fuera del Zócalo capitalino para “acercar la justicia a donde se necesita“. Es una lección que aprendí temprano en mi carrera: las leyes cobran vida cuando salen de los libros y llegan a las calles.

Con un doctorado en Derecho Comunitario Europeo y una maestría en Derechos Humanos, Ortiz Ahlf combina formación académica con pragmatismo político. Su nombramiento como ministra en 2021 por AMLO no fue casualidad: es una jurista que entiende que las sentencias no se escriben solo en expedientes, sino en la vida de quienes buscan equidad. El reto ahora—como ella bien sabe—es convertir ese respaldo electoral en justicia tangible.