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César Duarte denuncia destrucción de presas con permisos desde 1942

El exgobernador acusa a la Conagua de destruir presas con permisos históricos en su rancho.

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En un giro digno de una tragicomedia burocrática, el exgobernador de Chihuahua, César Duarte, protagonizó hoy un espectáculo jurídico-teatral para defender lo indefendible: sus presas “ancestrales”. Acompañado de un séquito de abogados que parecían extras de Better Call Saul, Duarte declaró que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) no solo conocía los permisos de sus represas, sino que además “miente como político en campaña”.

Según el exmandatario —cuyo historial legal es tan limpio como un pozo de agua estancada—, los funcionarios habrían “evidenciado su propia mentira” al mencionar cifras que solo aparecen en un permiso otorgado en 1942. “¿De dónde sacaron el número si según ellos el permiso no existe?”, preguntó retóricamente, como si la lógica fuese algo que preocupara a las instituciones mexicanas.

El rancho El Saucito, escenario de este drama hidrológico, fue descrito por Duarte como un oasis de legalidad donde cada gota de agua tiene su acta notarial. “Ese pozo lo hizo mi padre para los vaqueros, no para cultivar aguacates clandestinos”, aclaró, omitiendo mencionar por qué un pozo “familiar” necesitaba almacenar 700 mil metros cúbicos de agua, suficiente para abastecer un ejército de vaqueros sedientos.

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La joya de la corona fue su acusación contra dos senadores anónimos, a quienes pintó como villanos de telenovela: “¡Nunca han sido productivos!”. Irónico, viniendo de un político que convirtió la productividad en un concepto abstracto. Duarte incluso apeló al sentimentalismo: “La presa la hizo mi bisabuelo”, dijo, como si los crímenes fueran heredables pero los permisos sí se renovaran solos.

Mientras tanto, los vecinos de Balleza —esos extras olvidados en esta obra— sufren las consecuencias de una batalla donde el agua es el botín y la ley, un decorado. Duarte aseguró que sin sus presas “los animales mueren de sed”, aunque no explicó por qué la solución pasaba por privatizar el líquido en su rancho y no por, digamos, políticas públicas.

Para cerrar con broche de oro, el exgobernador soltó una perla: “Yo sembré obras, otros sembraron odio”. Una metáfora agrícola perfecta para quien cosecha demandas y siembra contradicciones. Eso sí: aclaró que maneja su propio auto, porque en México hasta los prófugos tienen que acreditar movilidad.

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Queda la pregunta del millón: ¿realmente la Conagua destruyó presas legales, o Duarte convirtió su rancho en un parque acuático ilegal? En este país, la verdad suele ser tan escurridiza como el agua que discuten.

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