El enigma del uranio iraní que desapareció antes de los bombardeos

Washington DC, Estados Unidos

Mientras los escombros aún humeaban en las instalaciones nucleares de Fordo, Natanz e Isfahán tras los precisos ataques estadounidenses, una pregunta crucial emergió entre los círculos de inteligencia global: ¿Dónde está realmente el uranio altamente enriquecido que Irán había estado acumulando?

Fuentes cercanas al Pentágono, bajo condición de anonimato, revelaron a este medio que los sistemas de vigilancia más avanzados de Estados Unidos no lograron rastrear el material nuclear en los días previos a la ofensiva. “Es como si se hubiera esfumado”, admitió un alto funcionario con acceso a informes clasificados.

La agencia Mehr, vocera del régimen iraní, afirmó que el uranio de Fordo fue reubicado estratégicamente antes de los bombardeos. Pero, ¿hacia dónde? Documentos internos obtenidos en exclusiva por nuestro equipo muestran que Teherán habría activado una red de instalaciones clandestinas no declaradas al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).

Rafael Grossi, director del OIEA, confirmó en una entrevista exclusiva las graves irregularidades: “Nuestros inspectores fueron bloqueados en múltiples ocasiones cuando intentaban verificar inventarios. Hay componentes críticos que simplemente no aparecen en los registros oficiales”.

Testimonios de disidentes iraníes, verificados por expertos en proliferación nuclear, sugieren que el material podría estar almacenado en complejos subterráneos bajo hospitales civiles o centros universitarios, una táctica que dificultaría cualquier acción militar futura.

Analistas de defensa consultados advierten sobre las implicaciones: “Si Irán logró dispersar su programa nuclear en instalaciones ocultas, cambia completamente el panorama de seguridad regional”, explicó el Dr. Elián Cohen, exinspector de la ONU. Mientras tanto, la comunidad internacional sigue buscando respuestas sobre qué capacidad nuclear conserva realmente el régimen de los ayatolás.

Esta investigación revela no solo fallas críticas en los sistemas de monitoreo global, sino también una peligrosa nueva fase en el juego geopolítico: la era de los programas nucleares fantasmas.