Operativo en Cereso 3 busca frenar violencia y contrabando

¿Qué pasaría si las prisiones dejaran de ser centros de conflicto y se transformaran en espacios de rehabilitación real? El operativo especial en el Cereso Estatal 3 de Ciudad Juárez no es solo otro despliegue de fuerza: es un síntoma de un sistema que necesita reinvención radical. Mientras 200 elementos de seguridad realizaban revisiones sorpresa tras un conflicto entre reclusos, las cifras revelan una batalla perdida contra 40,224 objetos decomisados desde 2023.

Pero imaginemos por un momento un enfoque disruptivo: ¿y si en lugar de decomisar cuchillos improvisados, creáramos prisiones donde nadie sintiera la necesidad de fabricarlos? El modelo actual, que gasta recursos en interminables operativos reactivos, podría dar paso a inteligencia predictiva con IA y programas de resocialización basados en neurociencia. Los conflictos como el del Módulo 1 -donde reclusos intentaban expulsar a otro interno- no son simples riñas, sino el resultado de una arquitectura carcelaria que potencia la violencia.

Las estadísticas oficiales muestran una paradoja: mientras los decomisos disminuyen (de 21,055 en 2023 a 7,955 en 2025), la tensión persiste. Esto sugiere que estamos midiendo el síntoma (objetos incautados) pero no tratamos la enfermedad (diseño sistémico fallido). Innovaciones como las prisiones noruegas, donde el índice de reincidencia es del 20% frente al 75% en México, demuestran que otro modelo es posible.

La SSPE insiste en que estos operativos aleatorios “garantizan seguridad”, pero la verdadera disrupción llegará cuando transformemos las prisiones de depósitos humanos en centros de transformación personal. La próxima revolución en seguridad penitenciaria no vendrá de más armas o custodias, sino de rediseñar radicalmente el concepto mismo de encarcelamiento.