El Día del OVNI o cómo celebrar lo que nadie admite

Hoy, mientras usted lee esto, miles de entusiastas levantan sus binoculares hacia el firmamento para conmemorar el Día Mundial del OVNI, esa festividad donde la fe en lo absurdo supera a la evidencia con la elegancia de un platillo volador esquivando radares.

Todo comenzó, como todas las buenas teorías conspirativas, con un militar retirado que decidió que la verdad estaba ahí fuera (junto con su pensión). En 2023, este valiente héroe moderno reveló que el gobierno estadounidense tenía un programa secreto para recolectar artefactos extraterrestres, porque nada dice “seguridad nacional” como guardar chatarra intergaláctica en un hangar.

El Pentágono, en un alarde de transparencia sin precedentes, gastó millones en 2024 para “desmentir” lo obvio: que no, que ellos jamás esconderían alienígenas… a menos que fueran votantes demócratas, claro.

La fecha conmemora el glorioso “Incidente Roswell” de 1947, cuando un ranchero encontró restos de… ¿una nave interestelar? ¿Un globo meteorológico? ¿Los restos de la última reunión del politburó soviético? La Fuerza Aérea, en un ejercicio de creatividad digno de Hollywood, primero dijo que eran extraterrestres, luego que era espionaje y finalmente que eran maniquíes (los mismos que hoy ocupan escaños en el Congreso).

Las siglas OVNI, por cierto, fueron acuñadas en 1953 por mentes brillantes que prefirieron “objeto volador no identificado” a “cosas raras que hacen que los pilotos se ruboricen al explicarlas”. Desde entonces, cada luz inexplicable en el cielo ha sido meticulosamente catalogada como: a) drones, b) globos o c) prueba definitiva de que los reptilianos controlan el FMI.

Tras el informe gubernamental de 2021 que estudió 144 avistamientos (y otros tantos presupuestos desaparecidos), el Congreso celebró su primera audiencia ovni en 50 años. Los resultados fueron tan concluyentes como un horóscopo: “Podría ser tecnología avanzada… o quizá Venus. O gas de pantano. Paguen sus impuestos”.

Así que hoy, querido escéptico, mientras los ufólogos abrazan sus teorías como niños su manta de seguridad, le invitamos a mirar al cielo. Porque en estos tiempos donde la política y la economía parecen obra de aliens, quizá sea más sano creer en marcianos.