El musical de la inseguridad en BCS donde solo cambian los actores

En un espectáculo que rivaliza con los juegos del hambre pero con menos presupuesto y más eufemismos, el gobernador Víctor Castro Cosío presentó su última temporada de “Cambiemos las sillas para que nada cambie”, tras otro episodio sangriento donde los ciudadanos son extras prescindibles.

El elenco gubernamental anunció con pompa el relevo estelar: un contraalmirante interpretará al “superhéroe burocrático” en la Subprocuraduría, mientras el anterior protagonista –acusado de acoso sexual– fue convenientemente ascendido a otro acto de esta tragicomedia institucional. “Todos aprobaron los exámenes de confianza”, declaró el director del circo, omitiendo que el examen parece consistir en memorizar el mantra: “La culpa es del capítulo anterior”.

Entre balaceras que ahora incluyen abuelas como blancos móviles y vehículos incendiados como decorado postapocalíptico, el mandatario aseguró que BCS sigue siendo “de los menos peores” en el ranking nacional de cadáveres. “Es solo una nueva etapa”, prometió, mientras las facciones del cártel aplaudían el eufemismo desde sus trincheras.

Los espectadores –es decir, los ciudadanos– recibieron el guión habitual: reuniones urgentes con funcionarios federales (cuyo único resultado tangible fueron fotos para redes sociales), ajustes estratégicos (léase: culpar a los policías municipales) y la promesa de que el próximo acto incluirá más militares, menos explicaciones.

Mientras tanto, en el escenario real: una mujer de 60 años ensayaba su papel de daño colateral con tres balas como souvenir, y los narcos seguían escribiendo el libreto a balazos. ¡Qué el espectáculo continúe!