La dinastía Nigris perpetúa su reinado en el circo mediático

En un giro que nadie anticipó (excepto todos los que entienden las reglas no escritas del nepotismo televisivo), la sagrada estirpe de los Nigris ha vuelto a bendecir nuestras pantallas. Aldo Tamez de Nigris, cuyo único mérito reconocible es compartir ADN con un exfutbolista y un concursante de reality, demostró el profundo compromiso intelectual que caracteriza a nuestra era dorada del entretenimiento: cuando le ofrecieron un lugar en La casa de los famosos México, su pregunta más apremiante fue cómo firmar sin leer.

“Me explicaron el complejo proceso de selección”, confesó el influencer entre risas, mientras una audiencia de millones aplaudía el triunfo del pedigrí sobre el talento. “Resulta que el formulario de inscripción incluía una prueba de ADN, un árbol genealógico y una promesa de sangre de mantener viva la saga familiar en pantalla”.

Mientras tanto, en algún estudio de grabación, un productor genio explicaba a su equipo: “La fórmula es infalible: tomen un apellido reconocible, añadan cero habilidades demostrables y mezclen con la ilusión de que el público aún cree en los reality shows. ¡Contraten al sobrino del primo del cuñado del que salió en televisión en 2012!”

Así, entre lágrimas de emoción (y un ligero olor a descomposición cultural), celebramos que en la era de la meritocracia digital, el único requisito para la fama siga siendo tener un familiar que ya fue famoso por haber sido famoso.