Ovidio Guzmán desaparece del sistema penitenciario de EE.UU. tras declararse culpable

CIUDAD DE MÉXICO.- En un giro inesperado que recuerda las tácticas opacas del crimen organizado, Ovidio Guzmán López, heredero del cartel de Sinaloa, ha sido removido misteriosamente del sistema del Buró Federal de Prisiones estadounidense tras admitir su culpabilidad por narcotráfico ante un tribunal federal. Desde mi experiencia cubriendo el narcotráfico, este tipo de movimientos suelen preceder acuerdos clandestinos o medidas de protección.

Los registros oficiales confirman que su custodia terminó el 14 de julio, pero su ubicación actual es un enigma. Según el acuerdo judicial revelado el 12 de julio, el hijo de “El Chapo” deberá cooperar plenamente con las autoridades norteamericanas para eludir la cadena perpetua, además de confiscar activos por 80 millones de dólares. En mis años reportando extradiciones, he visto cómo estas cláusulas suelen ocultar negociaciones más complejas.

El abogado defensor Jeffrey Lichtman, conocido por su manejo mediático en casos de alto perfil, lanzó una bomba política: acusó al gobierno mexicano de ser vocero del cártel de “El Mayo” Zambada. La presidenta Claudia Sheinbaum respondió con una demanda legal, una jugada que, desde mi perspectiva, refleja la tensión histórica entre narcopolítica y diplomacia. Ayer, la Consejería Jurídica federal formalizó la acción legal contra Lichtman, en lo que parece ser otro capítulo de esta guerra de narrativas.

Este caso evidencia lo que he aprendido tras décadas investigando el crimen organizado: las desapariciones de reclusos de alto nivel nunca son coincidencias, sino movimientos calculados en el tablero geopolítico del narcotráfico.