Cómo una familia judía ortodoxa abraza la identidad trans de su hija

En el corazón de Newton, Massachusetts, Ziva Mann observaba cómo su hija Ellie, antes llena de luz, se apagaba lentamente. “Era como ver a alguien desaparecer ante mis ojos”, confiesa Mann, recordando aquellos días de confusión y dolor. Como madre en una comunidad judía ortodoxa, enfrentó un dilema profundo: honrar las tradiciones ancestrales o abrazar la verdadera identidad de su hija.

La revelación llegó durante la pandemia, en un momento íntimo entre madre e hija. “Mamá, soy niña”, dijo Ellie con una mezcla de miedo y esperanza. Mann, aunque sorprendida, respondió con un abrazo y un “gracias por confiar en mí”. Esa tarde marcó el inicio de un viaje espiritual y emocional que desafiaría no solo su fe, sino también las estructuras rígidas de su comunidad.

En el judaísmo ortodoxo, donde los roles de género están estrictamente definidos, la transición de Ellie no fue fácil. “La ortodoxia actual es binaria por naturaleza”, explica Myriam Kabakov de Eshel, organización que apoya a familias LGBTQ+. Mann recurrió a redes como “Sinagogas Acogedoras”, donde rabinos progresistas ofrecen espacios seguros. “Romper reglas para salvar una vida no es transgresión, es mitzvá (buena acción)”, reflexiona Mann.

Su historia contrasta con la de otras familias expulsadas de sus templos. “Nuestro rabino nos dijo: ‘Ellie merece dignidad'”, relata. Hoy, Mann aboga por un equilibrio entre tradición y evolución: “Mi hija me importa más que cualquier dogma”. Su lucha refleja un cambio silencioso pero imparable en comunidades religiosas, donde el amor familiar y la fe buscan coexistir.

Como testigo de este proceso, aprendí que la aceptación no es un evento, sino un camino. Mann lo resume así: “Cuando Ellie volvió a sonreír, supe que Dios estaba con nosotras”. Su experiencia enseña que incluso en entornos tradicionales, el respeto puede florecer cuando priorizamos el alma sobre las expectativas.