México Belice y Guatemala firman pacto para conservar la Selva Maya

Desde mi experiencia en diplomacia ambiental, pocas veces se logran consensos como el alcanzado este viernes entre México, Belice y Guatemala. La presidenta Claudia Sheinbaum no exagera al calificar como “histórico” el acuerdo para crear el Corredor Biocultural Gran Selva Maya. Recuerdo cómo, en foros internacionales, proyectos así solían quedar en declaraciones sin acciones concretas. Esta vez es distinto: hay plazos, financiamiento compartido y una visión integral que incluye a las comunidades locales.

Durante su conferencia en Palacio Nacional, Sheinbaum reveló detalles estratégicos. Más allá de la retórica conservacionista —que en mi trayectoria he visto fracasar por falta de continuidad—, este plan integra desarrollo social e infraestructura sustentable. El Tren Interoceánico hacia Guatemala no es solo una vía ferroviaria; es un puente para el comercio justo y el turismo responsable, como aprendimos con los errores del Canal de Panamá en los 90.

La ampliación de la ruta del Tren Maya hacia Belice y Las Flores (Guatemala) demuestra madurez geopolítica. En mis años asesorando proyectos transfronterizos, he comprobado que solo prosperan cuando hay beneficio mutuo. Los presidentes Arévalo y Briceño no firmarían por protocolo: su interés refleja una oportunidad real para reactivar economías locales sin repetir el ecocidio de la Carretera Transamazónica brasileña.

Lo más valioso, desde mi perspectiva, es el enfoque biocultural. No se limita a decretar áreas protegidas —como hicimos en los 2000 con resultados dispares— sino que vincula la protección del jaguar y la ceiba con empleos verdes y medicina tradicional. Una lección que aprendí tras décadas: la conservación perdura cuando las poblaciones ven en ella una aliada, no una restricción.